Sueño

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La situación con Fina no dejaba de empeorar por momentos. Hacía apenas unos días, se percató de que la joven había ajustado el dobladillo de la falda de su uniforme, dejándola casi a la altura de la rodilla, lo que desencadenó una nueva tormenta de desaprobación por parte de su jefa.

Debía admitir que había sido severa, que su voz y su gesto se habían tornado de piedra, que sus palabras incluso rozaban la inquina. ¿Por qué insistía en ponérselo tan difícil? Era su superior, una figura de autoridad; su opinión era una de las tres que imperaban por encima de cualquier otra y no iba a consentir réplica alguna.

Esa falda había sido diseñada con el único propósito de mostrar elegancia y recato —y, sí, quizá de tan conservadora, pecaba de resultar incómoda, pero ¿qué pretendía su empleada? ¿Trabajar a pierna descubierta de cara al público?

"No entiendo por qué me trata así".

Prefería no pensar en ello, si era totalmente sincera consigo misma; y es que a veces, especialmente cuando se tomaba un respiro de sus obligaciones, ella misma se cuestionaba si estaba actuando correctamente.

Sin embargo, ese debate interno entre justicia e injusticia no era la mayor de sus preocupaciones; su reciente conversación con un osado pelirrojo no paraba de rondarle la cabeza. ¿Qué había visto en ella que le había hecho creer que tuviera ese tipo de sentimientos hacia su subordinada? Marta no era ingenua y su habilidad para la introspección siempre había sido encomiable; sabía que algo en su interior se agitaba en presencia de la otra mujer, aunque aún no lograba unir todas las piezas del rompecabezas.

La desesperaba. Hacía años que no se sentía tan viva, con los nervios a flor de piel, amenazando con prenderle fuego y reducir su existencia a cenizas ante la mera sospecha de una mirada. No podía concentrarse en los quehaceres más mundanos; parecía una marioneta dirigida por hilos que nadie sujetaba, un marinero en alta mar que se había abandonado —resignado— a un destino incierto.

"Te atrae como un imán", había declarado Marcos. Quizá yacía ahí la explicación, a lo mejor era cuestión de ciencia, de física, de campos electromagnéticos y demás desvaríos. Porque, sí, Fina la atrapaba y ella era incapaz de resistirse.

De un impulso, cogió su bolso. Tenía un objetivo que cumplir.

***

"¿Por qué es tan dura conmigo?"

Los estantes de la pared exponían, orgullosos, la amplia oferta de productos que le debían la existencia a su primo Luis y, aun así, Marta solo veía un borrón a un palmo de su cara.

"Yo puedo vestirme como usted me mande y puedo comportarme exactamente como usted quiera".

Se obligó a fijar la mirada en lo que tenía delante, tratando de sacudirse aquel detestable sentimiento de culpa; con una mano ligeramente temblorosa, seleccionó uno de los elegantes frascos de etiqueta rosa, rocío un par de ráfagas del perfume e inhaló profundo, hinchando sus pulmones.

"Pero nunca voy a ser otra persona".

De un plumazo, todo su mundo se vio reducido a una fuerza arrolladora, que se proyectaba hacia ella con dedos curiosos, entretejiendo a su alrededor una red de calidez que la inmovilizó de pies a cabeza. Lentamente, se fue abandonando al aroma que emanaban las gotas dispersas en el aire y, uno a uno, fue identificando los matices más exóticos que le daban forma. Canela, jazmín, lavanda, pino, sándalo, azahar... Pero un único olor, indistinguible, tuvo el poder de grabarse a fuego en lo más profundo de su ser. La atraía con fuerza, exaltaba sus sentidos, apremiándola a dejarse llevar por recuerdos de su pasado, vivencias de su presente; por sus deseos más reprimidos. Y, sin previo aviso, el cobijo casi tangible que le había aportado el singular hedor fue abriendo camino a una nueva sensación, una presencia que se sentía tan, tan real...

Grosellas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora