SINOPSIS.

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—Ella muere por mí
Es un amor casi enfermizo, obediente
Excede la normalidad.


































Su mano había parado sobre el cuello de la morocha, deteniendo su mirada sobre la suya y logrando estremecer cada centímetro de su cuerpo con esa sensación de dominación que cada vez que la veía sabía bien cómo transmitirsela, en especial con ese semblante serio y sumamente imponente a la hora de hacerle saber lo molesto que se encontraba con la escena que había presenciado. Maylen no sabía que hacer. Sus ojos se movían nerviosamente por cada pequeño lugar de la expresión molesta del morocho, las palabras no podían salir de su boca gracias a que no podía formular una frase coherente que la ayudara a alivianar la situación y mucho menos podía hacer algo para safar de lo que estaba por pasar. Se sentía una pelotuda.

—Dale, Enzo… —Suspiró en un hilo de voz, relajando sus facciones a la hora de intentar manipularlo. —Si sabés que no pasa nada…

—¿Ahora no pasa nada? —Su grave voz fue suficiente para hacerla derretir internamente. —¿Quién me va a decir que no te lo estabas por coger? ¿Vos? —Sus preguntas contrastaban con ese tono tan tranquilo que hacía íntima la conversación más allá del desastre que se escuchaba por fuera de la habitación.

—Si sabés que ya re fue. —Se quejó, sintiendo ese agarre afirmarse aún más cuando intento alejarse. —Estábamos hablando nomás.

Enzo negó risueño, como si lo que le estaba diciendo era una más de esas simples mentiras que, a este punto, eran un complemento adicional de su extraña relación de meses.

De todas maneras, al final, todas mentían.

—Sí, como hacemos vos y yo, ¿o no? —Ladeó su cabeza, acercándose pero manteniendo aún esa distancia prudente que manejaba al sostenerla a su antojo. —Solo hablamos. —Musitó, bajando su mirada inevitablemente a sus labios rojos que comenzaban a llevarse toda su atención.

—Agustín ya re fue, Enzo, no estamos más y lo sabés. —Negó nuevamente, llevando sus delicados dedos a rodear su muñeca con sumo cuidado, como si aquello podría llegar a tener consecuencias. —Lo nuestro es distinto. —Afirmó, más para sí misma que para él.

Enzo no hizo más que sonreír, aflojando ese agarre aplicado en su cuello y acariciando la misma zona con su pulgar con esa mirada de ternura que solía tener cada vez que la escuchaba decir tales cosas. Como si le creyera tan fácil. Sus ojos recorrieron todo su rostro y se detuvieron en la zona expuesta de su cuello, que no paraba de ser acariciada con sutileza y que ahora era más que observaba para terminar atrapando lo que tanto sospechaba. Un chupón.

A él no le iba a ver la cara.

—No hay nada que me joda más a mí que una mentira, Maylen. —Negó, chasqueando su lengua y deteniendo su lugar en esa marca levemente rojiza ante su reciente realización. —Pero como me encanta que me mientas vos. —Relamió sus labios, uniendo sus miradas en ese preciso instante en que la morocha se dió cuenta lo mucho que la había cagado. —Vos y esa carita hermosa que tenés.

Su pulgar viajó desde ese punto exacto en el que había quedado hasta los labios tan apetecibles de la menor, delineando el inferior con suavidad al contrario de las ganas crecientes y desesperadas que tenía de comerle la boca en ese momento, tantas que las posibilidades de mandar su laburo a la mierda al igual que sus valores le estaban pasando por la cabeza. Porque solo podía pensar en cogérsela ahí nomás y no podía permitírselo. Maylen abrió su boca lentamente, lo suficiente para ingresar aquel dígito en ella y chuparlo con esa expresión inocente que lograba contrastar con sus acciones, enrulando su lengua alrededor de su dedo antes de sacarlo haciendo ese sonido de “pop”. Solo jugaba un poco con fuego.

—Maylen. —Advirtió el morocho, viéndola reír traviesamente por lo bajo. —Me estás matando, amor…

—¿Qué? —Su voz salió en un susurro. —¿No te da cogerte a una nena, Enzo?
































—Dímelo bandida, dímelo mami
Tú eres atrevida, ¿si o no?

BANDIDO. | ENZO FERNÁNDEZ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora