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"Si no es hoy, mañana tal vez pero algún día voy a tenerte."

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Guardó su celular rápidamente en su riñonera negra, tocando una vez más el timbre de la casa frente a ella que tan memorizada la tenía, solo para oír un grito desde el interior acompañado por ladridos de los pequeños perros a los que ya deseaba ver mientras el sonido de las llaves lograba impacientarla todavía más. Agustín apareció en su vista solo para sacarle una sonrisa fugaz que desapareció de solo recordarle que hacía frente a su casa. Vestía unos shorts de diferentes marcas de dudosas procedencias que usaba para jugar al fútbol, o en este caso, estar en su casa, y su torso desnudo solo le hacía saber que no hacía nada más importante que estar echado en su cama como venía haciendo el resto del verano acorde a las altas temperaturas que últimamente presentaba la época del año. Sus ojos se cruzaron apenas llegó a abrir la puerta de reja, siendo un beso en la mejilla, tan rápido como le era permitido, el saludo que utilizó antes de ingresar y esperar que cerrara para poder entrar a la casa finalmente. El silencio insoportable la estaba matando, odiaba tanto pelear con él que cuando recibió el mensaje para verse no dudó absolutamente nada en vestirse para irlo a ver a su casa y poder hablar las cosas. Como siempre.

Se agachó a acariciar la cabeza del pequeño caniche que siempre la recibía cada que pisaba su hogar, seguido de su otra perrita callejera que tenía poco tiempo de haber sido adoptada. Sabía que estaban solos, los papás de Agustín trabajaban hasta tarde los días de semana y su hermano mayor, Ignacio, seguro estaría yendo a buscar a su hermano menor, Nicolás, a fútbol debido al horario. Al menos tendrían tiempo para poder hablar las cosas con tranquilidad.

—Ah, vinieron los chicos. —Musitó la morocha, observando lo que parecían ser cartas y algún que otro snack sobre la mesa, rastros de la presencia de sus amigos.

—Eh, sí, se fueron hace un rato. —Justificó, dejando las llaves en su lugar a un costado de la puerta antes de acercarse a ella. Maylen giró a observarlo con suma cautela y precaución. No quería pelear más. —Perdón. —Suspiró, buscando su mirada que fue desviada apenas aquella palabra salió de sus labios. —No te quiero ver mal, May.

—Pero sabés por qué me pongo mal y lo seguís haciendo. —Reprochó por lo bajo, sintiendo su corazón encogerse de solo sentir sus manos parar sobre su cintura. —No me gusta un carajo que te pongas así por pelotudeces, Agus…

El morocho suspiró, sabiendo que debía morderse la lengua si no quería seguir peleando sobre el tema. —Ya está, dejemos así porque sino vamos a seguir peleando. —Pidió.

—No podemos hacer como que no pasó nada tampoco. —Negó Maylen, subiendo su mirada tras ser obligada por Agustín elevando su mentón. —Son los amigos de mi hermano, no son desconocidos y mucho menos me les voy a tirar como seguro estabas pensando.

—Jamás pensé eso. —La interrumpió de inmediato, haciéndola suspirar desganada. —Mi punto era de que son hombres, sé como piensan y no me quedo para nada tranquilo sabiendo que estás con ellos.

—Estaban las chicas…

—Me da igual. —Prosiguió. —No me gusta y punto. —Expresó firme, acallando a su novia con su última palabra. Mentía si decía que no se había quedado hipnotizada por su semblante serio. —Dejemos de pelear, dale. —Acarició su cintura, sabiendo a la perfección ese combo necesario para hacerla ceder.

Como la conocía.

—Vos dejame de pelear. —Murmuró con una pequeña sonrisa ante la manera en que discretamente pellizcaba la piel de su cintura. —Te extrañé mucho. —Puchereó, viendo como su novio sonreía de inmediato.

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⏰ Última actualización: Aug 29 ⏰

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BANDIDO. | ENZO FERNÁNDEZ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora