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“Sé que quieres, se te nota al hablarme, al mirarme no puede engañarme.”

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El sonido exaltante de la bocina de algún auto logró sobresaltar a Maylen, ganándose las risas de sus amigas quienes no tardaron en burlarse antes de volver a la conversación principal, que para variar, era sobre algún chico con el que se hablaba una de ellas. Habían decidido juntarse a merendar y rápidamente las horas pasaron volando, siendo ya las siete de la noche para su gran sorpresa y una buena excusa para que se quedaran aún más tiempo chusmeando ese sábado a la tarde. Realmente había extrañado pasar tiempo con sus amigas tras haber vuelto de vacaciones hace poco, semanas en las que solo la compañía de su hermano existía y necesitaba de ellas para hablar de sus problemas, como hacían ahora con tal de ponerse al día.

—¿Vos cómo andás con Agus? —Zoe la miró curiosa, sabiendo que habían estado teniendo problemas últimamente, para variar.

—Y, ahí. —Se encogió de hombros la morocha en lo que dejaba su celular a un costado, justamente hablando con su novio. —No sé, anda re en una con los pibes y ya veo que me entero de alguna por ahí como te pasó a vos. —Miró a Julieta, quien se había enterado que su novio le había puesto los cuernos hacían unos meses cuando salía con el grupo de los chicos.

—Que no te sorprenda si pasa, ya sabés como son. —Apretó sus labios sin poder reconfortar su sentimiento por más que quisiera. —El del problema siempre fue Leo igual, les re mete en la cabeza pelotudeces y después se empiezan a mandar cagadas.

—Vos ni lo perdonés al tarado ese, no es la primera vez que lo hace tampoco.

—Ni en pedo.

—Igual, amiga, quédate tranquila, es un pelotudo si te llega a cagar. —Arrugó su nariz levemente Zoe.

—Sí, no sé. —Suspiró Maylen, agarrando su celular para guardarlo en el bolsillo trasero de su short y levantarse de la cama. —¿Me acompañan a buscar algo para tomar? Me dió una sed. —Realizó una mueca, colocándose sus zapatillas ágilmente con tal de bajar.

—Uh, sí, tengo un hambre yo. —La imitó Julieta al igual que Zoe, quienes salieron rápidamente de la pieza escoltadas por la dueña de la casa.

Inmediatamente fueron sorprendidas por la cantidad de ruido que venían ignorando, por lo que se pudo suponer que su hermano mayor estaba teniendo una de sus juntadas con sus mejores amigos en el piso de abajo, y por los gritos, pudo suponer que estaban jugando a la play entre ellos. Las puteadas cesaron a medida que se las escuchaba bajar por las escaleras, por lo que las risas entre ellas no tardaron en aparecer y no dudaron en comenzar a saludar apenas divisaron a los cuatro varones presentes en la sala. Alexis se acercó a saludar a las amigas de su hermana con la confianza que ya había, por lo que las tres imitaron su acción y comenzaron a saludar al resto de los presentes apenas y reconocidos por Maylen; Federico, Mauro y Enzo. Se mentía si decía que no miró de más al último, era un morocho hermoso que por más que solo lo había cruzado un par de veces el último año, se había llevado toda su atención con ese porte que solía llevar cotidianamente.

Era muy probablemente ese amor imposible que solían tener las hermanas menores sobre el mejor amigo de su hermano, y ni hablar cuando se trataba de él. Enzo sabía llamar su atención con solo sentarse en su living y hablar con su hermano de cualquier tema trivial, con esos tatuajes decorando sus brazos, su cadena de cruz dorada resaltando por sobre las prendas oscuras que solía vestir, la gorrita para atrás que era infaltable para completar y ni hablemos de esa labia característica que tenía al hablar con cualquiera. Su voz grave era la causante de sus nervios a la hora de dirigirle la palabra y ni siquiera contaba su imponente mirada cuando se la cruzaba, que aunque por más de que tuviera novio, le era imposible no mirar más allá al mejor amigo de su hermano.

BANDIDO. | ENZO FERNÁNDEZ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora