MIA
Ha pasado una semana desde que Alessandro se fue al extranjero y terminó de hacer aliados que están dispuestos a apoyar en la nueva ruta para transportar la mercancía ilegal. Mientras tanto, sigo en cama, luchando contra una infección persistente que se niega a abandonarme. Aunque he recuperado algo de fuerza, la fiebre aún no cede y sigo sintiéndome débil.
Me encuentro en mi habitación, recostada entre sábanas suaves, observando el techo. Los días han pasado lentamente, cada uno una repetición del anterior. La fiebre, aunque no tan intensa como al principio, sigue ahí, recordándome que mi cuerpo aún está librando una batalla.
Leo ha estado a mi lado en todo momento. Ha sido un apoyo incondicional, asegurándose de que tome mis medicamentos a tiempo y de que esté bien alimentada. Su presencia es un consuelo, pero no puedo evitar sentir una creciente preocupación por Alessandro. Sé que ha tenido éxito en su misión, pero su ausencia me pesa más de lo que quisiera admitir.
Una tarde, mientras estoy descansando, Leo entra a la habitación con una expresión seria pero tranquila.
—Mia, acabo de recibir noticias de Alessandro —dice Leo, acercándose a mi cama—. Está planeando volver en unos días. Quiere asegurarse de que todo esté en orden antes de irse.
Asiento, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Extraño a Alessandro más de lo que esperaba, y la espera se hace cada vez más difícil.
Los días pasan y mi estado mejora lentamente. La fiebre persiste, pero no es tan debilitante como antes. Leo continúa cuidándome con dedicación, y el doctor Herrera sigue supervisando mi tratamiento.
Una noche, me encuentro despierta, incapaz de dormir. La fiebre me hace sentir incómoda, y mi mente no para de darle vueltas a la situación. Escucho los pasos de Leo acercándose a la habitación.
—¿Todo bien, Mia? —me pregunta él con su voz tranquila, asomándose por la puerta—.
—No puedo dormir —respondo, suspirando—. Estoy preocupada por Alessandro, por la situación, por todo.
Leo se sienta a mi lado, su presencia reconfortante.
—Entiendo, Mia. Es normal sentirse así, pero Alessandro es fuerte y sabe lo que hace. Además, tienes que concentrarte en tu recuperación —responde él, su voz es suave para calmarla—.
Asiento, sabiendo que tiene razón. Intento calmar mi mente y relajarme, pero es difícil.
—Gracias, Leo. No sé qué haría sin ti aquí —digo con sinceridad—.
—Es un honor estar aquí para ti, Mia —responde él con una sonrisa—. Alessandro me confió tu bienestar, y haré todo lo posible para cumplir con mi deber.
Nos quedamos en silencio por un momento, y luego Leo se levanta para marcharse.
—Descansa, Mia. Mañana será un día mejor —dijo él. Cruzando la puerta de la habitación y cerrándola detrás de él—.
Cierro los ojos, tratando de dejar que el cansancio me venza. Me concentro en mi respiración, intentando encontrar paz en medio de la tormenta de preocupaciones.
A la mañana siguiente, me despierto sintiéndome un poco mejor. La fiebre aún está presente, pero mi fuerza ha aumentado. Leo me trae el desayuno a la cama y me anima a comer.
ESTÁS LEYENDO
La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...