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"Un beso es el acto de presionar los labios contra la superficie de algo o alguien como una expresión social de afecto, de saludo, o de amor"

Esa era la simple definición de una de las enciclopedias más conocidas y en donde cualquier cosa podía ser mentira, debido a su dudosa procedencia. Sin embargo, la definición de la palabra "beso" parecía ser la realidad, una descripción sin sentimiento y concreta.

¿Cómo algo tan especial y significativo podría describirse con tanta frialdad?

Mi concepto era diferente, si compartes un beso con alguien tambien tendría que ser una persona especial ¿no?. Por eso me cuestionaba el hecho de ver gente besar a desconocidos para no encontrarse nunca más.

¿Era emocionante experimentar?

Pues sentía mucha curiosidad.

Ligado a eso, había otro tema conmigo. Tal vez era loco, podría parecer un acto psicópata, pero me gustaba observar cada forma, volumen y color de los labios de otras personas, pareciendome incluso más llamativos que los luceros que podían decir y transmitir mil cosas en silencio.

Esa inocente costumbre me había traído expresiones coquetas, confusas, de horror, deseo y el sentimiento de vergüenza en general. Sabía que no era una obsesión, podía dejar de hacerlo cuando quisiera pero si mis ojos se perdían en unos labios no podía dejar de mirarlos con facilidad. Y no era simplemente el hecho de mirarlos, sentía la curiosidad de saber qué tan suaves o cálidos podían ser.

El contacto de la yema de mis dedos contra los labios de alguien podía ser útil, pero el verdadero deseo era sentirlos sobre los míos, obviamente si hacía eso, por reflejo mis párpados cubrirían mis ojos y por la cercanía dejaría de verlos.

Tonto ¿Verdad? Pero cada ser humano es particular. Y así era el proceso: ver rostros, vagar por ellos con la mirada, examinar rápidamente, enfocar mi atención en unos labios específicos, detallarlos y querer besarlos. Nunca lo hacía, solo
era la ilusión de hacer aquella acción. ¿Podía ser cuestionable si ni siquiera había dado un primer beso? De cualquier manera mi curiosidad crecía cada vez más.

Tal vez debía culpar a los demás por
poseer la belleza en esos pétalos de seda.

En la preparatoria mi mirada se había perdido en muchísimos labios, pero habían unos en específico que me atraían de sobremanera, quedaba embelesa y fascinada por su color rosado que podía comparar con el pétalo de una dalia o por su forma, no eran demasiado finos ni carnosos y parecían estar dibujados o como
diría alguien de una forma exagerada "esculpidos por los mismísimos dioses".

Aquellos labios eran parte del rostro de Shin Haram, quien sabía de mi extraño hábito.

El primer día en que llegó al lugar, la
hice sentir incómoda, probablemente me fulminó con la mirada pero no lo supe y ella no dijo nada. No podía evitarlo y a medida que pasaban los días seguí provocando la incomodidad en ella, hasta que un día simplemente decidió enfrentarme preguntándome
si me gustaba.

No podía darle una respuesta afirmativa porque exactamente no era eso lo que pasaba por lo tanto le conté de mi costumbre y ella solo permaneció incrédula, hasta que por curiosidad se comenzó a acercar a mí y a notar que solía fijar mi mirada en distintas personas. No pudo entenderlo pero supongo que lo aceptó volviéndose así en algo así como mi amiga.

L i p s (Asarami)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora