CAPÍTULO I ( EL PRINCIPIO)

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En el tiempo en que habitaba la calma en los hermosos bosques de espinas del Reino de la noche, un hombre emergió de las aguas. Su vestidura estaba rasgada a causa de las espinas que había en el fondo del lago. Este hombre de apariencia ruda y lastimada llevaba en su ropa el escudo de banderas del Reino de la noche. Al salir del lago el hombre reflejaba odio en su mirada, al igual que tristeza y determinación. El suelo alrededor del lago estaba sembrado de cristales. Habían también cuerpos sin vida que habían quedado allí como vestigios de la guerra por la cual se había logrado aquella paz. Tomó un corcel a la fuerza y aun estando malherido lo montó para alejarse del bosque. Mientras cabalgaba, a lo lejos vio unas prominentes montañas de roca rodeadas de espinas y una inmensa cueva en medio de ellas. Al bajar de su lomo, el caballo salió corriendo como si huyera de la muerte. El hombre, desconcertado, se acercó a la cueva para poder descansar esa noche de luna llena.

-¿Quién osa interrumpir mi descanso?

El hombre se sobresaltó, pero aún así se acercó más.

-Veo que eres un dragón -dijo el hombre al entrar y ver su prominente figura-. La verdad solo busco un lugar donde descansar. No quiero problemas.

Luego de terminar de hablar, el hombre se sentó en el centro de la cueva y amontonando unas espinas hizo una fogata.

-Eres un sucio y despreciable humano. ¿No temes morir bajo mis garras?

El hombre se revolvió el cabello y con un suspiro machacó unas espinas medicinales y las envolvió en una hoja.

-¿Tienes fuego?

El dragón se sintió ofendido ante tal pregunta

-¡ERES UN INSOLENTE. TE QUEMARÉ HASTA QUE SOLO QUEDEN TUS CENIZAS!

El hombre tuvo que frotar unas piedras para producir una chispa, con la que encendió su tabaco improvisado.

-No morí en la guerra. No me importa morir ahora. Ya no me queda nada aparte de mi vida. Al menos morir bajo las garras de un dragón es algo honorable.

El hombre expulsó humo de sus boca y agregó:

-Aunque sería mejor haber muerto en guerra, que vivir esta vida de miseria.

El guerrero permaneció indiferente, pese a escuchar al dragón moviéndose de un lado a otro dentro de la cueva.

El dragón salió de la oscuridad, para mostrar su feroz y temible apariencia.

-¿No te doy miedo?

-Me das lástima -contestó el hombre chasqueando la lengua.

-Eres un humano muy valiente al decirme esas palabras... O tal vez muy estúpido. -La bestia se acercó más a aquel soldado-. ¿Cómo te llamas?

-¿Eso a ti qué te importa? -replicó el soldado, tomando un sorbo de su tabaco improvisado.

El dragón enfurecido dejó escapar su aliento de fuego, con el que quemó el cabello del hombre. El rostro de este quedo negró como el carbón, pero solo tocío y con sus dedos apagó una chispa de fuego que quedó en su cabello.

-Eres un humano insolente. -El dragón lo miró sin sentimiento alguno, y luego le mostró una sonrisa-. Me agradas.

-¿Cómo dices?

-Ningún humano antes me había mostrado tanta indiferencia y desinterés. Me sorprende que actúes asÍ ante un ser supremo como yo.

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