CAPÍTULO II ( EL ENCUENTRO)

9 4 1
                                    


La noche era fría y densa, el hombre envuelto en su capa raída se aferraba a su tabaco improvisado como única fuente de calor. A sus pies, las espinas que había reunido no lograban encenderse, mientras el dragón observaba con curiosidad desde la oscuridad de la cueva.

El reptil soltó una carcajada estruendosa, llenando la cueva con su eco retumbante.

- ¡Jajajaja! -La voz profunda del dragón resonó en la noche, mientras sus ojos negros brillaban con malicia

- ¿Qué te causa tanta gracia? -preguntó el hombre, con un temblor en su voz que no podía ocultar.

Con un soplido poderoso, el dragón envió una ráfaga de fuego hacia las espinas, haciendo que se encendieran en llamas. El hombre se acercó rápidamente al calor reconfortante, mientras el dragón se retiraba a la profundidad de la cueva, satisfecho por su pequeño acto de generosidad.

-¿Gracias? -murmuró el hombre, aún asombrado por el repentino cambio de fortuna.

El dragón emitió un gruñido desde lo profundo de la cueva, antes de dejarse llevar por el sueño.

La Fría Luna azul terminó su ciclo, dando lugar a la hermosa Luna dorada que con su luz tenue alumbraba los hermosos bosques de espinas que rodeaban el reino, criaturas místicas comenzaban a despertar. Hadas danzaban entre los árboles, mientras centauros galopaban por los claros, y elfos se preparaban para iniciar su jornada.

Unos zapatos relucientes se acercaron a el joven soldado de apariencia desaliñada a causa de su sueño, arrojó entonces agua en el rostro del joven soldado que lo hizo sobresaltarse.

-¿Que? ¿Qué pasó?

A su lado permanecía de pie un hombre alto y atractivo, de semblante frío, cabello rojo y mirada negra y profunda como la misma noche, que le miraba sin expresión alguna.

-¿Cuándo planeas irte de mi hogar?

El joven soldado secó el agua de su rostro y se incorporó.

-Cuando lo crea necesario -replicó mientras se levantaba del suelo.

-Estorbas -habló nuevamente el hombre de cabello rojo mientras se adentraba a la cueva.

El joven soldado miró desde la cueva como todo empezaba a moverse y los seres de los bosques realizaban sus actividades.

-¿Por qué quieres que me vaya tan deprisa, eres el dueño de esta cueva?

El hombre de ropas relucientes contestó desde lejos.

-Es mi cueva y compartirla no está en mis planes, los dragones no acostumbramos compartirla.

El soldado caminó por la entrada de la cueva analizando las palabras de su anfitrión.

-Me dejaste quedarme anoche en lugar de echarme.

-Un humano como tú no podría estar una Luna azul vivo. El frío te congelaría la sangre hasta quedar como una bonita estatua de hielo.

Dijo el hombre mientras caminaba, alejándose de la cueva.

-Si no me voy, ¿qué harás?

-Te mataré o bien la naturaleza se encargará de que mueras de hambre.

De la espalda del hombre de ropas relucientes emergieron alas de dragón. El soldado se sorprendió.

-¿Adónde irás?

El hombre de ropas relucientes solo sonrió con picardía y burla y se marchó.

¿QUIEN ROBO LA CORONA? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora