MIA
Pasaron varias semanas y, afortunadamente, hasta ahora hemos logrado mantenernos un paso adelante de La Mano Negra. La clave ha sido que ellos no poseen la USD con la información sobre la fabricación de los explosivos de gas venenoso. Nuestro infiltrado ha demostrado ser invaluable, proporcionándonos ubicaciones de bodegas donde la pandilla guarda sus suministros y los lugares que suelen frecuentar. Sin embargo, aún no ha visto al líder, Rodrigo Martínez, en persona, lo que nos obliga a ser pacientes hasta que tengamos una descripción de él o sepamos su ubicación.
Hoy, Alessandro me dio la orden de tomarme unas horas libres, así que estoy con mi mejor amiga Vanessa en una tienda de ropa. Después de las últimas semanas tan estresantes, necesitaba este pequeño respiro. Caminamos por los pasillos llenos de percheros con ropa de todos los estilos y colores, la charla liviana y las risas compartidas brindándome una sensación de normalidad que había estado anhelando.
—Mira esto, Mia —dice mi amiga, sosteniendo un vestido rojo que le hace brillar los ojos—. Este color te quedaría perfecto. Deberías probártelo.
Sonrío, dejándome contagiar por su entusiasmo.
—Está bien, lo probaré. —Tomo el vestido de sus manos, luego señalo un vestido con la mirada—. Pero también tienes que probarte ese conjunto azul. Te quedará increíble.
Nos dirigimos a los probadores, continuando nuestra conversación sobre todo y nada a la vez. Es refrescante hablar de cosas triviales, alejadas de la violencia y el peligro que normalmente rodean mi vida. Vanessa no tiene ni idea de la verdadera naturaleza de mis actividades, y aunque a veces me pesa ocultarle tanto, también sé que es por su propia seguridad.
Mientras me pruebo el vestido, dejo que mi mente divague un poco. Pienso en Alessandro y en nuestra lucha contra La Mano Negra. A pesar de la tensión constante, me siento fortalecida por la confianza que él tiene en mí y por el amor que compartimos. Esta dualidad entre mi vida personal y criminal es difícil de manejar, pero momentos como este me ayudan a mantener el equilibrio.
Salgo del probador y me miro en el espejo. El vestido rojo realmente me queda bien. Vanessa asiente con aprobación, y yo me giro para mirarla.
—Tienes razón, me encanta —digo, sonriendo—.
Después de probarse varios conjuntos y hacer algunas compras, nos dirigimos a una pequeña cafetería cercana. Nos sentamos junto a la ventana, disfrutando de la vista de la ciudad mientras nos relajamos con un café.
—¿Cómo van las cosas con Alessandro? —pregunta mi amiga con curiosidad—. No hemos tenido mucho tiempo para hablar últimamente.
—Está bien —respondo, eligiendo mis palabras con cuidado—. Ha estado ocupado con el trabajo, y yo también. Pero nos estamos apoyando mutuamente. Eso es lo más importante.
—Me alegra oír eso, Mia. Se nota que te hace feliz —comenta Vanessa—.
Le devuelvo la sonrisa, aunque una parte de mí está siempre alerta, consciente del peligro constante que acecha. Pero por ahora, me permito disfrutar de este momento de paz con mi amiga, saboreando la tranquilidad que ofrece la vida normal, aunque solo sea por unas horas.
Cuando regresamos a la tienda para recoger nuestras compras, mi teléfono vibra en el bolso. Es un mensaje de Alessandro. Al leerlo, siento una mezcla de emociones. Aparentemente, hay un nuevo desarrollo en nuestra operación contra La Mano Negra, y mi tiempo libre está llegando a su fin.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...