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Con la cabeza palpitando por una jaqueca, Zayn estaba de mal humor cuando entró a su habitación esa noche. Se perdió una gran oportunidad de aumentar sus ganancias en Europa Central sólo por no haber estado allí en persona para revisar el trato. ¿No podían hacer nada sin que les sostenga la mano?

Suspirando, fue al baño adjunto y sacó algunas pastillas de Tylenol del botiquín. Tragando las píldoras, se tensó ante el sonido en la habitación contigua. Por supuesto... el chico. Casi había olvidado su orden de mudarlo allí.

Zayn quitó el cerrojo de la puerta, la abrió y entró en el cuarto. Liam Payne estaba sentado en la cama, frotándose el estómago. Levantó la vista, sus ojos ampliándose cuando vio a Zayn. En otros aspectos, ni siquiera se estremeció. Vlad tenía razón en una cosa: el chico no era propenso a la histeria.

—Gracias –dijo Liam—. Por la comida. Me alimentaron antes de traerme aquí –enterró los dientes en su labio, con la incertidumbre parpadeando en sus ojos—. ¿Por qué estoy aquí? Su gente no se molestó en explicarme.

Zayn se acercó. —¿Qué te hace pensar que yo lo haré? –La idea era divertida.

El muchacho inclinó la cabeza a un lado, viéndolo casi con timidez, sus gruesas pestañas enmarcando sus ojos marrones profundos.

—Nada –dijo, masticándose el labio–. Pero quisiera saber. Por favor.

Tan cortés. Demasiada amabilidad. Los labios de Zayn se adelgazaron. Puso su mano en la cabeza de Liam y jaló de sus rizos castaños.

—¿Me tomas por idiota? –dijo, sabiendo que su agarre debía ser doloroso.

Lágrimas de dolor llenaron los ojos del muchacho. —Y-yo n-no lo entiendo –susurró Liam.

Zayn contempló esos temblorosos labios.

—¿Realmente piensas que unas cuantas palabras suaves bastan para manipularme?

El chico dejó caer los ojos, la culpa y la decepción brillando en su rostro. —¿No soy muy bueno en ello, verdad? –dijo con una mueca de dolor y una sonrisa torcida.

—No –dijo Zayn. El muchacho se había comportado demasiado bien e inocente para que ello fuera real.

Liam se abrazó, mirándolo con cautela.
—¿Va a castigarme por intentar manipularle? –Su voz se quebró un poco.

Zayn lo miró fijamente, evaluando sus opciones. Siempre podría ordenarle a sus hombres que lo golpearan un poco, pero la idea no le sentaba bien. Culpaba a la apariencia engañosamente juvenil de Liam. Zayn admitiría fácilmente que no era un buen hombre. Hizo cosas que seguramente le aseguraron un sitio en el infierno... si existiera la vida después de la muerte. Pero hizo esas cosas a adultos, no a niños. Liam Payne no era un niño, pero el aire de inocencia que tenía junto con su carita de bebé, jodía la mente de Zayn.

No, no quería entregar al muchacho a sus hombres. Pero el chico debía ser castigado. Si Zayn no lo castigaba, Liam podría empezar a hacerse ideas equivocadas. Zayn ya había sido demasiado suave con él.

—Te arrodillarás en esa esquina, traba tus manos detrás de la espalda y permanece en esa posición hasta las siete de la mañana. Sin descansos, sin ir al baño, sin dormir –dijo.

Liam parecía querer protestar, pero cerró la boca, fue silenciosamente hacia la esquina y se arrodilló en el piso, enfrentando a la pared. En lo que refiera a castigos, distaba de ser lo peor, pero Zayn sabía lo incómodo y doloroso que sería mantener la posición.

—Sobra decir que esta sala está bajo constante vigilancia por video –agregó Zayn, enfocado en la rizada melena—. No te gustará tu castigo si decides desafiarme. ¿Lo entiendes?

STOCKHOLM SYNDROMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora