Don Arturo, un hombre de mediana edad con la calvicie brillando bajo la luz del sol, se encontraba en su jardín, podando con esmero su amado bonsái. Sus manos, curtidas por años de jardinería, empuñaban las tijeras con precisión, moldeando la pequeña planta a su antojo.
De pronto, un sonido agudo rompió la paz del jardín. "¡Ay, joder!", exclamó el bonsái con voz áspera y llena de indignación. Don Arturo se quedó paralizado, las tijeras suspendidas en el aire, sus ojos abiertos como platos.
"¿Qué... qué fue eso?", murmuró, incrédulo.
"¡Que me estás cortando las ramas, imbécil!", respondió el bonsái con un tono sarcástico. Don Arturo, sin dar crédito a lo que escuchaba, se dirigió al bonsái con una mezcla de asombro y enfado.
"¿Tú... tú puedes hablar?", tartamudeó.
"¡Claro que puedo hablar, imbécil! ¿No ves que me estás mutilando?", respondió el bonsái con una furia creciente.
Don Arturo, incapaz de contener su ira, le gritó al bonsái: "¡Cállate, pedazo de madera! ¿Quién te crees que eres para insultarme? ¡Yo te he cuidado, te he regado, te he podado! ¡Soy tu dueño!"
"¡Dueño? ¡Ja! Soy un ser vivo, no un juguete! ¡Tú no eres mi dueño, eres mi jardinero!", replicó el bonsái con un sarcasmo que enfureció aún más a Don Arturo.
La discusión se intensificó, los insultos se lanzaban de un lado a otro del jardín. Don Arturo, rojo de ira, amenazaba con arrancar el bonsái del suelo, mientras que este respondía con amenazas de clavar sus ramas en los ojos de Don Arturo.
En medio de la batalla verbal, un gato callejero se coló en el jardín, atraído por el ruido. Al ver al bonsái, el gato se abalanzó sobre él, listo para devorarlo. Don Arturo, en un acto reflejo, se lanzó sobre el gato, ahuyentándolo con un fuerte golpe de escoba.
El bonsái, sorprendido por la acción de Don Arturo, lo observó con una mirada diferente. En ese momento, una extraña conexión se estableció entre ellos. Ambos, a pesar de sus diferencias, habían unido fuerzas para protegerse.
La tensión se disipó, dando paso a un incómodo silencio. Don Arturo, con las manos temblorosas, recogió las tijeras del suelo. El bonsái, con sus ramas temblorosas, lo observaba en silencio.
"¿Estás bien?", preguntó Don Arturo con voz baja.
"Sí... gracias", respondió el bonsái con voz débil.
Un nuevo tipo de respeto se había creado entre ellos. Don Arturo, a partir de ese día, podaba el bonsái con cuidado, escuchando atentamente sus deseos. El bonsái, a su vez, aprendió a apreciar los cuidados de Don Arturo, aunque nunca perdió su carácter rebelde.
Y así, el hombre y el bonsái, unidos por un extraño vínculo, continuaron su peculiar existencia, compartiendo insultos y momentos de complicidad en el jardín, una historia que solo ellos podían entender.

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RELATOS DEL ABSURDO
Humor¿Cansado de la realidad? ¿Buscas una dosis de humor absurdo y demencial? ¡Entonces este libro es para ti! Sumérgete en un universo de relatos donde la lógica se pone patas arriba y la risa reina sin límites. Encontrarás historias tan inverosímiles...