Pasteles, bizcochos, crepas, helados, brownies, cupcakes con mucha crema batida, flanes entre otros eran los postres favoritos de George.
Todas aquellas delicias tremendamente azucaradas que le gustaba llevarse a la boca después de comer, porque no le gustaba decir que no a un buen postre cada vez que iba a un restaurante con su novio Dream o cuando este inclusive le llevaba postres a casa después del trabajo.
— ¡Ay que delicia! — Exclamaba George cada vez que se llevaba un postre a la boca para darle un gran mordisco.
Cerrando los ojos y haciendo señales de aprobación con la boca. Relamiéndose los labios de vez en cuando se quedaba algún resto de caramelo, crema batida o lo que sea que estuviera comiendo para después seguir haciendo lo mismo hasta devorar todo.
Amaba los postres, tanto que si fuera legal y si Dream no se pusiera celoso con él se casaría con ellos.
— Oh, querido pastel si fueras un hombre real me casaría contigo. — Decía George a un pequeño trozo de pastel que llevaba admirando por varios minutos en la barra de la cocina.
Aquel trozo de delicioso pastel de tres chocolates que le había llevado Dream una vez saliendo del trabajo. Pasando de camino a casa por la pastelería favorita de George después de aquel mensaje con la simple leyenda de "¿Me traes pastel?" y una bonita foto del pelinegro haciendo puchero.
¿Cómo Dream se iba a negar a eso?
No, claro que no podía.
No podía negarle a George lo que tanto le hacía feliz y lo hacía sonreír, no lo haría ni, aunque a Dream no le gustarán los postres.
Los odiaba, había algo en aquellas cosas que lo hacían pensar en el gusto empalagoso en la boca después de comerlo, o la sensación de tener azúcar entre los dientes ¡Puaj! en verdad asqueroso.
— ¿En verdad no quieres un pedazo? — Le decía por cortesía George cada vez que algún postre llegaba a sus manos. A pesar de que el sabría la respuesta.
Sabía que a Dream no le gustaban los dulces ni los postres, lo hizo desde que se conocieron en aquella cafetería donde al salir George se había tropezado con él, dejando caer la caja de pastelillos que llevaba en la mano; manchando sus zapatos con crema batida y chispas arcoíris.
George aún ríe por la cara de asco que puso Dream aquella vez para después sonrojarse al mirarlo a él, pidiéndole disculpas en tanto se ofrecía a comprarle otros. Dándole su número aquella vez para invitarlo a salir.
Llevándolo a largas citas por todas sus pastelerías favoritas de la ciudad solo para verlo comer por horas todos los postres que le cupieran en el estómago mientras el solo pedía aquel insípido café sin azúcar.
A veces George quisiera que a Dream le gustarán tanto los postres como a él, que tan siquiera le gustará ponerle un poco de miel a su té o azúcar a su café cada mañana antes de irse a trabajar.
Porqué amaba tanto los dulces y la sensación pegajosa en su boca, disfrutaba el almíbar, la miel o la crema batida que quedaba en sus labios. Amaba la sensación dulce por todo su cuerpo tanto que cuando sabía que su novio llegaría tarde del trabajo se dedicaba a disfrutarlo en la soledad.
Pueden llamarlo fetichista de su parte, pero George amaba disfrutar ante la ausencia de Dream horas de placer en su cama con el cuerpo cubierto de miel, sirope de chocolate o crema batida untada por toda su piel.
Tocándose por todas partes, untándose aquel almíbar por todo el cuerpo con los dedos para después chupárselos ante la vista imaginaria de su novio.