DIARIO DE LAS ESTRELLAS I

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A veces, ocurren cosas que no se pueden predecir ni explicar, pero llegan para cambiar algo de tu vida.

Aquella noche, no quise salir con mis amigas, para quedarme en casa y observar desde mi terraza a oscuras el cielo que ante mí se extendía, con todos esos puntitos blancos, azules y algunos rojos tintineantes indicando la edad de cada estrella, los cuales llamaban poderosamente mi atención, pero de los que nunca obtenía respuesta.

Cogí mi telescopio, lo aumenté hacia la estrella que en ese momento brillaba con más fuerza, mientras temblaba como un corazón dando latidos, y hacia ella lo dirigí.

Sin saber muy bien que encontraría, pude observar, algo diferente a las demás que jamás había visto, anotando en mi diario de las estrellas, cada cosa inusual que veía, siendo en ésta algo completamente inhóspito. Se podía ver, como cuatro pequeñas esferas entraban y salían de ella, una y otra vez, sin descanso, transportando una masa blanca que cogían de la estrella.

Seguí a una de ellas con mi telescopio, para intentar averiguar hacia donde se dirigía y qué transportaba, pero tan solo vi un reflejo en la esfera y de repente desapareció, como si el universo se lo hubiese tragado.

Me aparté un momento de lo que estaba viendo, asimilando que estaba descubriendo algo y que directamente transcribí a mi diario para documentarlo todo y que no se me olvidase ningún dato. Y al cabo de un rato, vuelvo a mirar y solo seguían quedando tres esferas, me quedé pensando donde estaría la que faltaba e hice un pequeño recorrido alrededor de la estrella, pero sin éxito.

Me aparto de nuevo moviendo la cabeza, cuando noto que hay algo detrás de mí, mientras sentía como mi cuerpo comenzaba a palpitar como la estrella que estaba mirando y de repente, una voz masculina sonó en mi mente; -¿por qué nos estas espiando?- dijo aquel ser tan parecido a nosotros, con un ojo verde y otro azul tan intensos que me costaba apartar la vista, era como si a través de ellos pudiese ver grandes praderas verdes y un océano inmenso, su piel era como si estuviese muy curtida por el sol y su pelo era negro como el azabache.

Yo, me estaba preparando para gritar, cuando su mano palpitante tapó mi boca, y en mi mente volvía a ir su voz diciéndome que no gritara, que nadie lo podía ver. Esa voz, sonaba vibrante y tranquilizadora.

Asentí, con la cabeza y él muy cuidadosamente la fue retirando. Comencé a abrir la boca para decirle que no le estaba espiando que simplemente me gustaba observar el universo y me había encontrado con ellos, cuando él me hizo el gesto señalándose la cabeza.-Solo hablamos a través de la mente, no tenemos cuerdas vocales como vosotros ni tampoco tenemos un conducto auditivo tan desarrollado.-dijo antes de que yo comenzase a hablar.

Mientras lo seguía observando, iba haciéndome preguntas a mí misma, sin darme cuenta que él las estaba escuchando, y se limitaba a mover la cabeza riéndose y diciéndome: -para, para, una a una.

-¿Quién eres y cómo has llegado hasta aquí? ¿Y por qué no te he visto llegar?, ni siquiera he escuchado a tu nave posarse sobre el tejado de mi casa.- Estaba tan aturdida, tan confusa, que él inmediatamente comenzó a explicarse.

-Soy Zurán, piloto del mundo Urón, y estábamos de misión en la estrella Alisa, cuando de repente vi un destello desde este planeta, que me guió hasta aquí, aún no se por qué, pero tienes un telescopio muy potente. No es la primera vez que veo esta señal, pero hoy ha pasado algo extraño.

Yo estaba sin saber que decir, mientras él seguía metido en mi mente.- Había una fuerza, que mi nave no pudo resistir, fue como un torbellino que me trajo directo a ti- dijo él, sin comprender muy bien lo que había sucedido.

Me senté en el suelo y él me imitó, quedándose a mi lado observándome casi sin parpadear, esperando a que dijese algo. Y en ese momento, le hice la pregunta que me salió del corazón, -¿puedes enseñarme el universo? Quiero ver que hay más allá de mi planeta, ¿es posible, por favor?

Él me miro, me tendió la mano y me vi subida en una especie de burbuja de agua, cerrándose las puertas al paso que accedíamos dentro, y desde donde se podía observar todo a través de ella.

Me sujeté al asiento y él me miró fijamente sin parpadear; -¿estás preparada?- dijo él, -Si- dije yo, y fue el si más rotundo que jamás había dicho, y en ese momento la esfera se elevó y en unos segundos ya estábamos flotando en aquel inmenso mar de estrellas, sintiendo el calor de algunas cuando se acercaba más de lo normal, rozando los vórtices de los agujeros negros con su potente atracción hacia ese pozo sin fondo y del que apenas se sabía nada.

Pasamos por la estela que un cometa había dejado hacía miles de años, y detrás de él apareció un mundo de color verde y azul, muy parecido a la Tierra, pero sin los continentes.

-Es el gemelo de tu planeta- dijo entonces Zurán.- Se separaron cuando el cometa Petrus atravesó el puente que los unía, por el cual, mi planeta os suministraba agua dulce y el vuestro corteza terrestre, para poder plantar más vegetación, pero al verse arrastrado mi planeta lejos de su gemela, cortándole toda comunicación con ella, ésta se transformó y con ella nosotros, adaptándonos a no tener suelo firme y a ser completamente agua. Aunque también necesitamos oxigeno, por eso está lleno de bosques verdes, ya que todo nuestro planeta es de agua dulce.

-Somos tan parecidos y a la vez tan diferentes- dije mirando su piel tintineante, por la que corría agua en sus venas en vez de sangre, y ¿podríais vivir en la tierra?- dije con la esperanza de que tal vez eso pudiera ocurrir.

-No, tu mundo ya no está preparado para convivir con seres como nosotros, pero siempre que pueda podría venir a visitarte, solo tienes que virar el telescopio hacia la estrella Alisa, la que palpita como un corazón y tu destello llegará hasta mi, y poder volver a verte.- dijo sonriendo, mientras la nave se dirigía de nuevo a la Tierra, dejándome en el mismo lugar donde nos habíamos encontrado.

Le prometí, que no se lo contaría a nadie, para que no interfiriesen en su planeta, tan frágil y limpio, sin darme cuenta que por mi rostro caían lágrimas que palpitaban, y me preguntaba cuándo volvería a verle y si mi telescopio le haría la señal para volver a viajar hacia lo desconocido.

Lo despedí, a la vez que subía hacia las estrellas, dándole las gracias por cumplir mi sueño de ver lo que el universo escondía y enseñarme su mundo lleno de vida y saber que ahí fuera puede haber planetas rebosantes de vida que no tienen por qué ser igual al nuestro, porque el ser diferentes es lo que nos hace únicos.

Continuará...

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