ALESSANDRO
Han pasado alrededor de diez días desde que Mia tuvo aquella reunión con sus padres, y he notado cómo ha estado algo distante y deprimida desde entonces. He intentado animarla de diversas formas, pero hasta ahora, nada ha funcionado. Se ve rota, y eso me preocupa profundamente.
Acabo de regresar a la mansión después de una larga jornada de trabajo. Al entrar, no veo a Mia en ningún lado, así que subo a nuestra habitación. Allí la encuentro dormida en la cama, su rostro tranquilo a pesar del caos emocional que sé que está sintiendo. Junto a ella hay una botella de whisky medio llena, evidencia de que bebió antes de quedarse dormida.
Mi corazón se aprieta al verla así. Odio verla sufrir, y odio aún más no poder hacer nada para aliviar su dolor. Me acerco y tomo la botella, la coloco en la mesa de noche con cuidado para no despertarla. Es entonces cuando noto que su celular está vibrando sobre la mesa de noche. La pantalla está encendida, mostrando una llamada entrante de su padre.
Mi primer instinto es dejar que el teléfono siga vibrando, pero algo me detiene. Sé que esta llamada podría ser importante, tal vez una oportunidad para arreglar las cosas. Con un suspiro, decido responder antes de que la llamada termine.
—¿Hola? —digo, mi voz baja pero firme—.
—¿Mia? —pregunta Tadeo, su voz suena sorprendida al otro lado de la línea—.
—No, soy Alessandro Harvalen —respondo, tratando de mantener la calma—. Mia está dormida en este momento.
—Alessandro... —Tadeo hace una pausa, y puedo sentir la tensión incluso a través del celular—. Necesito hablar con Mia. Es importante.
—Lo siento, pero como dije, está dormida —le respondí con una mayor firmeza—. Si hay algo que pueda decirle cuando despierte, estaré encantado de hacerlo.
La línea queda en silencio por un momento, y luego el tono de Tadeo cambia, volviéndose más severo.
—Escucha, no sé qué tipo de control tienes sobre mi hija, pero ella necesita volver con su familia. No podemos permitir que este matrimonio continúe.
La ira burbujea dentro de mí, pero la mantengo contenida. No quiero empeorar la situación para Mia.
—Con todo el debido respeto, señor Fendrel, Mia es una mujer adulta que puede tomar sus propias decisiones. Ella decidió casarse conmigo, y yo la amo más que a nada en este mundo. No la estoy controlando. Solo quiero su felicidad.
—¿Felicidad? —Tadeo escupe la palabra como si fuera veneno—. ¿Cómo puede ser feliz contigo, alguien de quien no sabemos nada?. Esto no es lo que queremos para nuestra hija.
—Lo entiendo, pero deben respetar sus decisiones. Les guste o no, Mia es mi esposa, y siempre cuidaré de ella. Ahora, si no hay nada más, tengo que colgar.
Antes de que pueda responder, cuelgo el celular y lo coloco de nuevo en la mesa de noche. Me siento en el borde de la cama, observando a Mia mientras duerme. Le acaricio el cabello con suavidad, deseando poder quitarle toda su tristeza.
—Lo siento, amor —susurro, aunque sé que no puede oírme—. Haré todo lo posible para que te sientas mejor, lo prometo.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...