Hoy era el cumpleaños de mi hermano Ignacio. Afortunadamente, ahorré un poco de mi mesada para poder comprarle un regalo decente. Mi hermano es pequeño, así que le compré un juguete de un tal All Might que tanto le gusta. Me levanté de la cama, me mojé la cara y me puse un poco de crema para que no se me resecara la piel. Usualmente me despierto primero que todos en esta casa. Aún vivo con mis padres, tengo 20 años, y aquí en España no está mal visto, o al menos eso he percibido. Dentro de una semana acabaré mi curso de un año. Me metí en un curso de guardabosques para poder tener ese título y así poder postularme a un trabajo en el extranjero. Sí, sé inglés y bastante. Antes de hacer el curso de guardabosques, hice un curso de inglés lo suficiente para poder comunicarme apropiadamente. Además, escucho canciones en inglés y las canto cuando sé que estoy sola. Por cierto, mi nombre es Jaqueline Star y esta es mi historia.
Continué colocando la mesa: los individuales, los platos de té, las tazas, los cubiertos. Puse la tetera al fuego. Sí, en mi casa aún usamos tetera de fuego; sé que otras casas ya usan hervidores eléctricos, pero nos acostumbramos así, no nos ha fallado aún. Hice unos huevos con jamón, unos pancakes y para mí un simple pan de jamón y queso. Habitualmente me dicen por aquí en mi hogar que estoy algo rellenita, pero hay algo que mi familia no tiene idea: he estado luchando contra mí misma, con ansiedad, depresión, y quizás otras afecciones. Ah, casi lo olvido, también problemas de autoestima. No la pasé muy bien en el colegio, la verdad. Siempre me molestaban, nadie se me acercaba, me tachaban de bicho raro, y así fue mi infancia mayormente. Ahora que soy adulta, esos "traumas" y cosas por las que pasé están floreciendo en un bizarro jarrón de emociones muy fuertes. A veces tengo ataques de ansiedad, o me siento muy sola, o simplemente una tristeza incalculable.
Respiré profundamente mientras el aroma del té llenaba la cocina. Miré por la ventana y vi los primeros rayos de sol iluminando la ciudad. Madrid siempre tenía una forma especial de despertar, una mezcla de ruido y serenidad que me resultaba contradictoria pero reconfortante. Me pregunté si Yellowstone sería igual de acogedor, aunque de una manera completamente diferente.
Terminé de preparar la mesa justo cuando mi madre apareció en la puerta de la cocina, todavía en bata y con el cabello despeinado.
—Buenos días, cariño —dijo con una sonrisa soñolienta.
—Buenos días, mamá. Ya está todo listo —respondí, devolviéndole la sonrisa.
Pronto, mi hermano pequeño apareció, todavía medio dormido pero con una chispa de emoción en sus ojos. Al ver el juguete de All Might, su rostro se iluminó por completo.
—¡Feliz cumpleaños, Nacho! —le dije, entregándole el regalo.
Ignacio abrazó el juguete con fuerza y me dio un abrazo torpe pero sincero. Era en esos momentos cuando sentía una calidez especial, a pesar de mis propias batallas internas. Mi familia, aunque a veces no comprendía mis luchas, era mi refugio.
Mientras desayunábamos, mi mente viajaba hacia el futuro, a ese parque nacional que prometía cambiar mi vida. Sabía que el viaje no sería fácil, pero estaba decidida a enfrentar mis miedos y encontrar la paz que tanto anhelaba.
Ah, claro, lo olvidaba. También sufro de sobrepensar las cosas mucho. Está de más mencionar que no tengo novio alguno, ni cerca de tener uno, la verdad. Nunca me he sentido bonita... ahh... *suspiro*... cosas...
Mi hermano pequeño abrió la caja con mucha emoción y luego la dejó a un lado, centrándose en la figura de acción de All Might. Miraba fijamente cada detalle antes de empezar a jugar con ella. Llamé a papá para que bajara a desayunar, ya que él siempre se quedaba dormido hasta tarde, pero esta vez debía estar presente en el desayuno, pues era el cumpleaños de su hijo, que hoy cumplía 10 añitos. Yo ya cumplí 20 hace una semana. Casualmente, mi hermano cumple años una semana después que yo. Mis padres, secretamente, se coordinaron para hacer eso —me reí para mis adentros—.
Nos sentamos a comer el rico desayuno que preparé. Papá bajó algo tarde, pero aun así llegó a tiempo para sentarse con nosotros. Él es un tipo imponente, pero realmente es un osito de peluche si sabes dónde atacarlo, jaja. Él es una de las razones por las cuales aún no me he rendido. Y nadie sabe que yo he pasado por estas cosas. Ah... bueno, continuemos con el día.
Papá luego debía arreglarse rápidamente para ir a comprar carne y hacer una barbacoa en el almuerzo, con la parrilla que está en el jardín de atrás. Yo debería prepararla después de lavar los platos.
El desayuno transcurrió con risas y anécdotas, mientras Ignacio seguía absorto con su nuevo juguete. La calidez de la familia me hizo sentir una especie de tranquilidad, aunque efímera. Sabía que dentro de poco estaría enfrentando una realidad completamente diferente en Yellowstone, lejos de esta comodidad familiar.
Después de desayunar, recogí los platos y empecé a lavarlos. Sentía la necesidad de mantenerme ocupada, de no dejar que mis pensamientos se desbocaran. A veces, el simple acto de limpiar me ayudaba a ordenar mi mente.
—Jaqui, ¿puedes revisar si tenemos suficiente carbón para la parrilla? —me pidió papá mientras se preparaba para salir.
—Claro, papá. Ahora mismo voy —respondí.
Fui al cobertizo del jardín y comprobé el carbón. Estaba todo en orden. De regreso, me detuve un momento y respiré profundamente, sintiendo el aroma de las flores y la hierba fresca. El jardín siempre había sido mi lugar de escape, un pequeño rincón donde podía dejar mis preocupaciones atrás, aunque fuera por unos minutos.
Al regresar a la casa, encontré a Ignacio en la sala, todavía jugando con All Might. Su sonrisa era contagiosa y me llenaba de una alegría sincera. Sabía que pronto lo dejaría para empezar una nueva vida, pero estos momentos con mi familia eran los que me darían la fuerza para seguir adelante.
—¡Todo listo, papá! Tenemos suficiente carbón —anuncié.
—Gracias, Jaqui. Eres una gran ayuda, como siempre —dijo papá, dándome una palmadita en la espalda antes de salir a hacer las compras.
Me quedé un momento mirando la puerta por donde había salido, pensando en cómo sería todo cuando ya no estuviera aquí para ayudar en las pequeñas cosas cotidianas. Luego me dirigí a la cocina para empezar a preparar la parrilla. Aunque la vida me había puesto muchos obstáculos, estaba decidida a encontrar mi camino y descubrir lo que el futuro tenía reservado para mí.
Mientras preparaba la parrilla, una ligera brisa acarició mi rostro, como un recordatorio de que, a pesar de todas las dificultades, siempre había algo nuevo por descubrir, algún lugar al que pertenecer. Yellowstone me llamaba, y aunque me daba miedo lo desconocido, también me llenaba de esperanza.
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La Danza de Las Estrellas
AventuraJaqueline, una mujer española en busca de un nuevo comienzo, emprende un viaje transformador al aceptar un trabajo como guarda bosques en el Parque Nacional Yellowstone. Lejos de la rutina de Madrid, se sumerge en la belleza natural y la soledad la...