Cogimos una pequeña senda, que en teoría era un camino más corto, o eso era lo que teníamos en el mapa que hicimos de la zona, aunque tampoco era muy fiable, ya que, era solo del entorno que conocíamos y de lo poco que mi abuelo me pudo dibujar, porque siempre decía:-Todo lo que no conozcas, imagínatelo, pero con coherencia. No quieras cambiar tu camino por no decidir bien, siempre pensando que pasará contigo._Esta frase me la decía muchas veces, pero esta vez no la tomé muy en cuenta.
Llegamos a un pequeño riachuelo, esa fue nuestra primera prueba, íbamos demasiado cargadas con las mochilas, pero a pesar del esfuerzo, la superamos. Al poco tiempo llegó la segunda, un poco más complicada que la anterior, teníamos que saltar una alambrada, y la verdad no era nada fácil, pero nos las ingeniamos bien y pudimos salir del paso. Todo iba muy bien, charlábamos, cantábamos y nos gastábamos bromas, hasta que llegamos a un cruce, que para sorpresa nuestra no figuraba en el mapa. Retrocedimos un poco para observar que algo fallaba en éste, o es que nadie a los que habíamos preguntado no se acordaba o bien no tenían existencia de esa bifurcación, así pues, lo echamos a suerte y nos tocó el de la derecha, a pesar de que a Ana no le parecía nada bien, sin embargo dijo: -Está bien, iré, pero hay algo que no me gusta. Este camino es muy oscuro y no me gustaría nada que por cualquier cosa nos separásemos.; -No te preocupes, iremos con cuidado, a mi tampoco me hace mucha gracia, pero no sabemos bien cual de ellos coger, de todas formas había que echarlo a suerte-dije yo, intentando quitarle un poco el miedo, aunque la verdad estaba yo más asustada que ella.
Al final cogimos el de la derecha. Todo iba bien, llevábamos una hora de camino, y Andrea, mi prima, le entró ganas de ir al servicio, aunque por supuesto, no había ninguno por allí, se puso detrás de un matorral, mientras, Ana y yo la esperábamos sentadas en unas piedras, hablando de lo que le diríamos a nuestros padres cuando regresásemos de esta aventura que nos tenía tan entusiasmadas cada minuto que pasaba. Entonces se escuchó a Andrea decir:- ¡Chicas mirad!-. Cuando llegamos al lugar, vimos algo increíble, era una casa enorme, con un gran jardín y una fabulosa fachada, la cual, por el aspecto que tenía debía de ser muy antigua.
Cuando entramos había un recibidor, a la derecha estaba una de las habitaciones, donde había un precioso barco pintado en la pared frontal a la puerta. Una vez llegadas al cuerpo principal de la casa nos encontramos con que estaba habitada, ya que se podía ver que todo estaba limpio, pero de repente se escuchó un ruido fuera de la casa, instintivamente nos dirigimos hacia una de las ventanas, haciendo el menor ruido posible y pensando que nos encontraríamos al mirar tras ella, sin darnos cuenta de que se hacía de noche y ninguna de las tres sabíamos dónde nos encontrábamos.
Así pues, a Andrea se le ocurrió la genial idea de buscar alguna puerta trasera, sin pensar que ya era demasiado tarde. Por el porche apareció un hombre, que por el aspecto parecía bastante mayor, y la verdad lo primero que pensé fue que no le haría ninguna gracia encontrarnos allí.
-¡Eh, chicas, he encontrado una salida!, de buenas a primeras dijo Ana, que por un momento pensaba que se iba a desmayar, ya que venía a toda prisa de lo que parecía ser la puerta a un sótano. Cogí a Andrea de la mano y sin pensárnoslo dos veces corrimos hasta lo que parecía nuestra escapatoria para continuar nuestra pequeña y a la vez gran aventura. Nunca lo había pasado tan mal como en ese momento, pero estaba emocionada por continuar lo que parecía ser el comienzo de nuestra gran historia.
-¿Veis algo?
-¡Venid por aquí, he encontrado una puerta!-dije yo, sin saber muy bien lo que era, porque la verdad es que no se veía nada.
-Andrea, ¿Dónde estás?, preguntó Ana, desesperada.
-Estoy aquí.
-¡Chssss!, ¿escucháis eso? Ha entrado en la casa, y parece que viene hacia aquí. ¿Quizás nos ha visto?-estaba aterrada.
-¡Ayudadme, por favor! No soy capaz de abrir esta puerta.-Saltó Ana de repente.
-Espera, quizás con esta palanca podamos abrirla, pero lo más seguro es que hagamos algo de ruido-. No sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero funcionó, y como era de esperar, hizo ruido.
-¡Esto no es una puerta, es un armario!- dijo Andrea.
-¿Quién anda ahí?- se escucho decir arriba. Era una voz de un hombre, ruda y fuerte, que se dirigía cada vez más rápido al lugar donde nos encontrábamos.
-Tenemos que escondernos. Ese parece buen sitio.
El hombre bajó las escaleras, y miró a todos lados intentando buscar la causa del ruido. Encontró el palo de hierro que habíamos utilizado como palanca, y como estaba tirado en el suelo, supuso que se había caído y se marchó al piso de arriba.
En ese momento sentimos un gran alivio, pero surgió otro problema, la noche. Éramos pequeñas y no sabíamos dónde estábamos, ni tampoco sabíamos quién era ese hombre ni que podía querer de unas niñas. Así pues, no nos quedó otra que quedarnos allí y esperar hasta el amanecer.
Llegó la mañana y todo parecía tranquilo en la casa, habíamos estado hablando toda la noche, intentando pensar en cómo escapar de allí, ya que nuestro primer intento de salir, había sido un fracaso.
Entonces decidimos subir, haciendo el menor ruido posible al piso de arriba, porque sinceramente, el sótano era una trampa que no resultaba nada agradable.
Una vez arriba, miramos bien por toda la casa y parecía que en esos momentos estaba deshabitada, así pues, sin pensárnoslo, salimos a toda prisa de allí y nos refugiamos en el bosque, pero no sin antes ver algo que me quedó impresionada, algo que mis ojos habían visto antes y si mi memoria no me fallaba, lo había visto en el desván de mi abuelo. Me dirigí hacia ello, y con mucho cuidado lo toqué, era un pequeño cofre tallado en madera de pino, el cual, al abrirlo, me enseñó algo maravilloso y mágico, que me quedó paralizada por un momento. Lo que encontré dentro de ese cofre parecía ser una pequeña ciudad pero en miniatura, era algo que no podía explicar, y al igual que yo, Andrea y Ana también se quedaron impresionados por tanta hermosura en un espacio tan reducido y oscuro. Pudimos observar como habían creado casas, edificios, parques, plazas y un gran etcétera, y al lado de esto, también había un pequeño frasco con un líquido verdoso, que nos llamó bastante la atención por su color y por la forma del frasco, ya que, era un tanto peculiar, porque tenía forma de mujer. Decidimos coger las dos cosas y correr hasta un lugar un poco más seguro que ese.
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VIAJE HACIA EL ARCO IRIS
FantasíaEs la historia, del viaje de tres chicas en busca de una aventura, donde, sin darse cuenta, se adentran en un mundo mágico, en la que una de ellas tiene un vago recuerdo del príncipe de aquellos bosques y en el que encuentran una pequeña ciudad que...