𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏

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Me levanto un lunes por la mañana. Lamentablemente, igual que cada lunes, debo de ir al instituto. Desearía que hubiera vacaciones, pues al menos podría dormir cuanto quisiera y no tener que ir a clases cada día.

Por el lado positivo, puedo ver a mis amigos. Algo bueno tiene que tener el instituto, aunque sólo sea una cosa.
Algo más positiva de lo normal, me subo al bus y me siento en una de las últimas filas, sola. Me pongo mis cascos y, mientras escucho a Ariana Grande, mi artista favorita, miro por la ventana del bus e imagino todo lo que puede ocurrir hoy.

Eso significa que, siguiendo la costumbre del día a día, no pienso en mucho más aparte de los exámenes y las aburridas clases.
Ojalá pasara algo nuevo. Y divertido. Nuevo y divertido.
Cuando llego, aún me quedan unos minutos de tiempo libre que aprovecho para acercarme a mis amigos, Jade y Zack.
Creo que notan mi inusual positivismo, porque se les pone una mala cara al verme. Sobre todo, a Jade.

—¿Tú por qué tan feliz? Es un lunes por la mañana y tenemos matemáticas.

—Deja de ser tan triste—le digo a Jade, que me pone cara de asco. Suele hacerlo, pero no es tan mala como parece. Sólo hace falta conocerla—. Queda poco para las vacaciones y me he despertado escuchando a mi artista favorita. Nada puede ponerme de mal humor hoy. Ni siquiera el profesor de matemáticas.

—Dos meses, y a eso lo llamas poco— suspira Zack, a mi lado.

—Para mí, dos meses es poco.

—Sí, pero a mí se me hicieron larguísimos los dos meses que te pasabas las veinticuatro horas del día hablando de Aaron—dice Jade, sentándose en la mesa, aburrida de nuestra conversación.
Aaron es mi ex. Me puso los cuernos a inicios del curso escolar, y mis amigos no me dejan olvidarlo. Principalmente Zack.

—Si me hubieras hecho caso cuando te dije que él era malo para ti... Pero claro, como siempre digo, todos los hombres...

—...son iguales—decimos Jade y yo al unísono, cansadas de su frase estrella—. Ya nos lo has dicho, gracias por el consejo.

—Y aún así sois unas cuernudas—dice, justo antes de que suene el timbre que indica el inicio de las clases.


...
Cuando llegamos a clase tras el descanso de mediodía, nuestra profesora María—la favorita de todo el curso—, nos dice que tendremos una charla con unos deportistas que nos hablarán del deporte y cómo ayuda a la salud mental. Yo, personalmente, lo encuentro ridículo, porque es imposible que el deporte nos ayude en nuestra salud mental. Al menos, ese es mi punto de vista.

—Tía, María, ¿sabes si son futbolistas o personas que controlan el cash? —dice Zack, haciendo reír a toda la clase. Se ríen de él, claro, pero él no se da cuenta de ello, y no voy a ser yo quien le haga sentir mal.

—Son futbolistas, creo. Pero no sé quiénes son ni nada de ellos.

La clase se emociona. Está, al fin y al cabo, llena de gente que sólo piensa en el fútbol.
A Zack se le ilumina la mirada. Lleva todo el año hablando de sus fantasías de casarse con un futbolista millonario, lo que tanto yo como Jade vemos imposible, pero ninguna es capaz de cortarle las alas, por mucho que lo intentemos. Está demasiado convencido de que eso puede ocurrir. Y, cuando digo demasiado, es literalmente demasiado.

Todos nos dirigimos al salón de actos, donde dos figuras masculinas nos esperan. Zack les llama el Golden Boy 2023, Jude Bellingham y el Golden Boy 2022, Pablo Gavi. Para mí, son sólo dos chicos normales que se han hecho millonarios dándole patadas a un balón. Sin embargo, el resto de la clase no parece estar de acuerdo con mi forma de pensar, porque gritan de la emoción, como si acabaran de ver a Dios en persona.

Cuando veo a Zack, siento que está a punto de pedirles matrimonio. Tiene un crush con Bellingham desde hace tiempo, aunque yo estoy segura de que sólo es un celebrity crush. Esa idea está a punto de salir de mi cabeza, viendo cómo le mira.

—Tía, ¿estás viendo lo mismo que yo?
—Sí, desgraciadamente.

Los profesores nos dicen que nos coloquemos, así que todos nos sentamos en las sillas previamente preparadas y escuchamos lo que tienen que decir.
Estoy segura de que voy a dormirme, porque incluso su presentación es aburrida. Trato de no cerrar los ojos o poner caras de asco, pero me parece una tarea imposible.
Espero que nadie lo note, pero, para mi desgracia, Gavi lo hace, porque sus próximas palabras se dirigen a mí.

—Oye, perdona, la chica de la primera fila que se está durmiendo y está poniendo caras de asco a todo lo que decimos, ¿podrías decirme tu nombre, por favor?
Y así es cómo Pablo Gavi, una estrella internacional, consiguió arruinar mi buen día.

Del infierno al cielo • Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora