Cap.02 Pt.04

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—Sí, pensé lo mismo, pajarraco —murmuró Alexei, su voz resonaba con un matiz de impotencia—. Por eso debemos estar un paso adelante de todos. Para eso fue creada la academia y los Agentes, para proteger Aeris Astra y su gente. Nos preparamos como nadie y moldeamos el carácter de futuros héroes —declaró con fervor—. Yo, Alexei Volkov, líder de la Unidad de Fuerzas Especiales, seré el hombre que desvanezca la maldad de este mundo, uno por uno —proclamó con determinación, mientras sus puños se encontraban en un choque vibrante.

La energía que emanaba de su contacto creaba una sutil danza eléctrica, irradiando diminutos destellos de aura entre tonos carmesí y sepia, como fuegos encendidos alrededor de sus puños por su ferviente convicción.

—Craaak, ¿hombre, tú? —soltó Murray entre carcajadas, robándoles una sonrisa a ambos...

Ya más cerca de la academia, el inmenso primer portón se abrió automáticamente, anticipándose al nano-motor de Alexei. A medida que descendían y la velocidad disminuía, el tiempo daba para contemplar el imponente domo, que se encontraba varios kilómetros más allá. Cruzaron el portón y el nano-motor volvió a acelerar hasta alcanzar los cincuenta kilómetros por hora.

De repente, Alexei anunció con determinación:
—¡Asegúrense! —y con ambas manos giró las manillas aceleradoras de la moto a su máxima potencia, catapultándose a una velocidad vertiginosa hasta llegar casi a los trescientos kilómetros por hora, atravesando el asombroso paisaje dentro del complejo.

El camino estaba repleto de exuberante vegetación, con senderos llenos de vida natural y bordeados por frondosos árboles. Variados coros de aves en extremo peligro de extinción revoloteaban a su alrededor. Cristalinas lagunas artificiales, hogar de una fauna y flora únicas, salpicaban la tierra. Los nano-drones podadores se movían con gracia, cuidando y embelleciendo ése espectacular entorno, que contrastaba brutalmente con el resto del mundo exterior.

Al avanzar podían apreciar una diversidad de biomas meticulosamente recreados. Cada sector inmenso presentaba un ambiente distinto, desde exuberantes bosques tropicales hasta áridos desiertos. En estos hábitats perfectamente diseñados, se encontraban animales en peligro de extinción, cuidadosamente ubicados y separados por categoría y entorno. Era como sumergirse en un santuario natural, donde la preservación y protección de estas especies era primordial.

Tras un viaje de treinta minutos, la silueta del imponente domo se alzó majestuosamente ante ellos. Sus líneas aerodinámicas y sus largas y puntiagudas antenas destacaban como una obra maestra de la arquitectura moderna. Las antenas brotaban desde el centro, extendiéndose hacia el cielo como los tentáculos de un gigante tecnológico.

El sol de la tarde jugaba con los reflejos metálicos de su estructura, creando destellos que iluminaban el paisaje circundante, como si el propio edificio respirara vida, invitando a todos a adentrarse en su gigantesco mundo de conocimiento y descubrimiento.

Constaba de veinte pisos que se elevaban hacia el cielo, y otros díez pisos subterráneos, sumando un total de treinta niveles que exploraban las profundidades del conocimiento de la humanidad. Dentro, mini ciudadelas con sus propias plazoletas y calles interconectadas se desplegaban a lo largo y ancho de sus pisos y salas, ofreciendo espacios dedicados al estudio, entrenamiento, meditación y más.

En el corazón del domo, una computadora central de ARIA resplandecía en su propia armadura protegida, rodeada por un tubo transparente de proporciones grotescas. Este tubo albergaba un intrincado mundo de luces, cables y circuitos, enfriados por un líquido especial verdoso que serpenteaba como la vida misma a través de sus mecanismos.

La sensación de presencia de esta maravilla tecnológica era perceptible hasta desde el gran estacionamiento donde Alexei y Jackson justamente estaban aparcando el nano-motor.

—¡Por fin llegamos, camaradas! —exclamó Alexei, su alivio palpable mientras se apresuraba directamente hacia el casino para disfrutar de un merecido desayuno.

Jackson, por su parte, caminó con paso relajado, sin mostrar prisa alguna, mientras el elegante Murray descansaba en su hombro, picoteando de vez en cuando sus alas en busca de pequeños bichos.

Los aparcamientos silenciosos del primer piso, en su mayoría vacíos y diseñados para futuros años, quedaron destacados por el eco de las botas de Alexei al llegar rápidamente a la tecnológica entrada del domo, que se abrió automáticamente ante su presencia. Lo mismo sucedió con Jackson solo que minutos más tarde.

Una vez dentro de las instalaciones, Jackson se dirigió directamente al teletransportador más cercano, prescindiendo de la pantalla táctil que se desplegaba cuando había pasajeros. Su experiencia y años de práctica le permitían ingresar la ubicación exacta solo con el código de sala. En esta ocasión, es Murray, quien conociendo a la perfección todos los códigos que dan a su lugar favorito, pronunció:
—Código 1 02 05 04, Craaak —mientras aleteaba emocionado por sentirse tan crucial en este día tan especial, plenamente consciente de que su dueño no podía hablar y que él sería el entrevistador. Su imaginación adornaba la escena con un brillo especial y anticipado.

Dentro, un gran círculo de luz neón intenso delineó el teletransportador. Los pasajeros percibieron el agradable aroma del aire purificado y desinfectado que impregnaba prácticamente todo el sector, y envueltos en ese resplandor de luz ascendente desaparecieron fugazmente, para luego reaparecer instantáneamente en el casino, unos mil metros más allá.

Neon Justice: Agente Argo   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora