Capítulo 4

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Todos los días mi madre iba con gran sufrimiento y dolor hacia el bar que quedaba 3 calles de nuestro departamento.

Donde recoge a los clientes para así conseguir el dinero que ocupamos.

Cargaba con unas enormes ojeras, a veces de no dormir nada o de pasar una noche entera en vela llorando.

Desde bebé yo era muy dormilona, especialmente por las noches, por eso ella podía traer a los clientes sin miedo a que me despertara mientras ella trabajaba.

Siempre, después de terminar de trabajar para los clientes, los corría del departamento y así poder olvidar lo más rápido posible lo sucedido.

Para ese entonces tenía 7 meses de nacida.

Se sentía sucia, usada y que ya nadie la podía sacar de ese infierno.

Cuando estaba de frente a frente con el hombre afroamericano, empezó a recordar lo único que la tenía aun con vida...yo.

En ese momento colapsó. Rompió en llanto y se derrumbó al suelo con lágrimas brotando incontrolable mente de sus ojos que rodaban por su mejilla, quedando la cara empapada en lágrimas y maquillaje.

Cualquier otro patán, le hubiera reclamado, pero este hombre no era como los demás, ni siquiera tenía intenciones de tener sexo con ella.

El hombre, de nombre aún desconocido, es un hombre sensible, que lo único que quería hacer era ayudar a cualquiera que necesitaba ayuda, una mano de donde apoyarse, un hombro en donde llorar, un amigo para aconsejar.

La levantó amablemente del suelo.

Mi madre confundida por su actitud y sorprendida que no le reclamará y con la voz temblorosa le preguntó:

-¿Por qué?- mirándolo a esos ojos misteriosos y profundos.

-Ya nadie te hará daño, mientras esté yo a tu lado- dijo con su voz profunda y ronca.

A partir de ese momento, todo iba a ser una montaña rusa en la vida de Jeny y su madre.

La Historia de JenyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora