CAPÍTULO UNO

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Era un día normal para mí, como siempre, saliendo de la escuela iría a caminar un rato con Max, mi mejor amigo; pero mientras íbamos pasando, el ambiente se sentía diferente, algo no estaba bien.

-¿Quieres ir por un helado? - preguntó Max con una sonrisa.

-Vamos, tengo antojo desde la mañana.

Mientras caminábamos por las calles de la ciudad, Max y yo nos sentíamos muy en paz, no era muy normal que las calles estuvieran casi vacías y en silencio. Sin embargo, ese sentimiento se desvaneció rápidamente cuando escuchamos el sonido de las sirenas acercándose.

-¿Qué fue eso? - grité

-Solo corre, Hera - gritó Max asustado.

Giramos en la esquina para encontrarnos con una patrulla del gobierno que nos perseguía implacablemente. El pánico se apoderó de nosotros mientras corríamos por los estrechos callejones, tratando de escapar de esas personas. El latido de mi corazón resonaba en mis oídos; con cada paso que dábamos, sentía que estaba a punto de ser atrapada y ni siquiera sabía qué estaba pasando en realidad. A pesar de nuestros esfuerzos, los agentes del gobierno se acercaban; su presencia amenazante nos recordaba que no había lugar para esconderse.

-¡Alto! - gritó un agente. - Si no quieren tener problemas, les recomiendo cooperar en este instante.

Sin aliento y temerosos, nos acercamos a los agentes sin saber lo que nos esperaba. Volteé a ver a Max y vi en su mirada que planeaba algún movimiento. Entonces tomé su brazo y vi que estaba muy tenso.

-Por favor, no intentes nada, o nos puede ir mucho peor... - susurré y sentí cómo se relajó.

Uno de los agentes me analizó por un momento y sacó una lista de su bolsillo. -¿Hera Stein? - preguntó.

Sin mostrar todo el miedo que tenía, decidí responder lo más calmada y segura que podía. -Es correcto.

El mismo volteó a ver a mi mejor amigo y revisó su lista nuevamente. -¿Max Marshall?

-Sí, señor - respondió temeroso.

-Vienen con nosotros, espósenlos.

Antes de que ninguno de los dos pudiéramos reaccionar, nos esposaron las muñecas y nos metieron a su auto. Dentro, tampoco tuve mucho tiempo para pensar, ya que nos pusieron un trapo en la cara y quedé inconsciente.

Al recobrar la conciencia, sentí que me retiraban las esposas y estaba en un lugar con algo de frío. Al abrir mis ojos, me di cuenta de que estaba en una nave y había como 50 personas despertando o todavía inconscientes en la misma situación que yo. Alcé mi cabeza lo más que pude para encontrar a Max y, por suerte, lo vi.

-¡Max! ¿Estás bien? - grité desde mi asiento.

-¡Me duele la cabeza, pero sin contar eso, todo bien!

En mi fila había un chico dormido en el asiento derecho que no tenía idea de quién se trataba. Cuando me volteé, me di cuenta de que a mi lado estaba Keith, mi exnovio. Terminamos porque tiene problemas de ira y era súper tóxico y arrogante; lo único bueno es que me volví mejor amiga de su hermano. Así es, Keith es hermano mayor de Max, lo cual es raro por lo distintos que son el uno del otro.
Lo observé con confusión y fastidio mientras él tenía una sonrisa ilegible.

-Aparentemente nos asignaron en la misma fila, tienes suerte, princesa - dijo Keith mientras yo aguantaba todas mis ganas de darle un golpe.

-Número uno, vuelves a llamarme princesa y te prometo que mi puño va a llegar a tu cara antes de que puedas imaginarlo; número dos... - Me di la vuelta para buscar a su querido hermanito que sería la persona que se sentara con él, ya que yo preferiría tirarme de la nave antes que sentarme ahí. Pero me percaté de que tenía puesto un cinturón que probablemente no podría quitarme, así que decidí usar mis encantos para que un agente me cambiara de lugar.

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