ADOLESCENCIA

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Es esa vez en la que tu cuerpo cambia. Veces en las que te sientes inseguro porque sabes que aquella imagen infantil se va a marchar para siempre y ahora tendrás una visión muy diferente de tu propio cuerpo. Te miras una y otra vez en cualquier espejo que encuentras. Miras tu estómago pensando si estás bajando o subiendo de peso... Piensan muchas preguntas en tu cabeza, te preguntas millones de veces si te ves perfecto para estar en la calle. Si la blusa o camiseta que llevas puesta te hace ver gordo/gorda. Si los pantalones que llevas puestos y estrenándolos por primera vez son "aptos" para tu cuerpo y es donde en verdad comienza el jodido tormento.

Quieres lucir bien solo con el hecho de no ser rechazado. Quieres lucir bien para que la gente te considere una persona sin defectos en el exterior.

Pero sabes que eso no se puede, ninguna persona en esta vida es perfecta, nadie ha obtenido la medalla a mejor persona del mundo y la que nunca ha cometido errores en la vida.

¿Recuerdas aquella noche en la que te preguntaste si te veías mal con tu peso?

¿Recuerdas aquella noche en la que te preguntaste por qué tu cuerpo estaba sufriendo tantos cambios e hiciste lo imposible para esconderlo ante el mundo?

Tal vez no quieras recordarlo para no sentirte mal.

Tal vez te niegas a ese horrible momento porque no quieres volver a sentirte así. Las inseguridades en nuestra cara, cuerpo, forma de ser, forma de querer, vestimenta e incluso hasta lo más tonto que puede existir son cosas que nos preocupan en nuestra adolescencia.

Una Fatima de 12 años de edad, una niña que en lugar de ver videos en el celular o distraerse en la pandemia con alguna cosa hacía ejercicio y llegaba a tomar toneladas de agua para sentirse mejor.

Una Fatima que a veces miraba la comida puesta en la mesa, que tomaba el asiento y comía cada gramo, cada grasa, cada sal, cada inseguridad, cada culpa y cada caloría que la hacía ver su estómago una y otra vez que masticaba.

Quería ser perfecta.

Ser bonita.

Ser una muñeca ante todos...

SER DELGADA.

Todos los adolescentes alguna vez admiramos a otro que tenía cosas que en nuestro físico no teníamos. El miedo era tanto que llegamos a pensar que solo era por suerte y por privilegio. Esa persona que conoces o que viste alguna vez en la calle tenía algo que tú deseabas, pero ella no lo quería tener. Creo que a veces somos muy duros con nosotros mismos, aferrados a la perfección y a la belleza.

Aferrados a ser como otros que tienen cualidades que son alabadas por la gente y que nos gustaría pasar por los mismos halagos.

Aun así, los cambios en la adolescencia eran raros. Aun así, los comportamientos y los estándares que ponían en la sociedad tenían que cumplirlos para encajar en este mundo.

Aun así... No te sentías feliz con tu verdadero yo.

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