CAPÍTULO 04: ESTE ES MI HOGAR

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I

Guille había llegado por fin a la residencia de los de La Reina, a eso de las nueve de la noche.

Llega a la casa pequeña, ese "hogar" que don Damián había reservado exclusivamente para los empleados de la casa y que no se podían permitir tener un piso o, simplemente, habían llegado de otra provincia y necesitaban donde dormir mientras encontraban algo. Y lo más básico y predecible: tener sus servicios de veinticuatro horas, así si se les necesitaba, pudieran estar al segundo donde ellos decían.

Valero entra en la cocina, ese punto intermedio entre la casa grande y la casa pequeña, viendo a Digna de espalda lavando los platos.

Sonríe al ver a la mujer que para él, fue su figura materna, pues a fin de cuentas perdió a su madre siendo muy pequeño y, a pesar que le doliera, a duras penas recordaba su rostro.

—¿Necesita ayuda, Digna? —pregunta mientras deja su bolsa en el suelo, hacia un lado para que nadie se tropezara.

Digna se gira al escuchar su voz, y al verlo, es inevitable que abra los ojos de la sorpresa. Su rostro empieza a dibujarse una sonrisa de alegría y no duda ni un solo segundo en correr a abrazarlo igual que hizo con Andrés hace unas semanas.

Guille ríe mientras recibe a la mujer entre sus brazos con la misma emoción que ella.

—¡Qué alegría verte! —se separa para poder verlo mejor— Ha pasado solo dos meses desde Navidad, y siento como si hubieran pasado muchos años... ¿Estás de visita? —le mira— Luego le echaré la bronca a tu hermana por no decirme que venías.

—He venido de sorpresa —responde tras reírse por sus ideas—. He venido para quedarme, Digna —la mira con cariño pero no puede mantener la sonrisa, tragando saliva—. Imagino que sabe lo de padre, ¿verdad? —toma aire y lo suelta con lentitud— Me ha llegado esta mañana la carta de Fina y me lo ha explicado... ¿Cómo está? —mira a su alrededor, buscando a su familia— ¿Están durmiendo ya?

—Bueno... tu padre pasó una mala noche anteayer, pero ya está bien y está en el dormitorio descansando, tal como lo ha ordenado la doctora —le explica, no permitiéndole hablar y adelantándose para calmarlo—. Fina también está con él, venga, te acompaño, ¡se van a alegrar de verte tanto o más que yo! —Le toma de la mano dispuesta a guiarlo hasta los dormitorios— Pero antes, ¿has cenado? Te preparo algo ahora mismo.

—¡No, no! Tranquila —la calma deteniendo su andar aprovechando que ella le había tomado de la mano—. He comido un bocadillo antes de que viniera el autobús, ahora lo que más me urge es verlos.

Digna le sonríe, orgullosa de ese pequeño hombre que aún seguía viendo como a un niño. Susurra un «vamos» y cuando Guille coge su equipaje y se lo vuelve a colgar en el hombro, se deja guiar por los pasillos hasta llegar a los dormitorios de los empleados.

Al llegar al dormitorio de Isidro, la mujer pica la puerta con sutileza y queda a la espera de un «adelante» que no tarda en llegar.

—Espera aquí, ¿de acuerdo? —le pide acariciando su mejilla, siendo respondida con un asentir de la cabeza del chico.

Amar a quien yo quieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora