Su obcesion

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Después de horas deambulando por la habitación, buscando desesperadamente una salida, me dejo caer agotada sobre la cama. Mis ojos se humedecen al recordar todo lo que he vivido en este lugar, pero me niego a rendirme.

De pronto, escucho el sonido de una llave en la cerradura y mi corazón se acelera. La puerta se abre y entra un hombre alto y fornido, con ojos azules y cabello rubio. Es David, el hermano de Moritz.

—Vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí —dice con una sonrisa torcida en su rostro—. Mi querida Tara, ¿cómo has estado?

Me enderezo en la cama, tratando de mantener la calma.

—David... —digo con cautela—. ¿Qué es lo que quieres?

Él se acerca lentamente, como un depredador acechando a su presa.

—¿Qué es lo que quiero? —repite, con una mirada lasciva—. Lo que siempre he querido, Tara. A ti.

Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar sus palabras. Sé que David está obsesionado conmigo desde el momento en que me conoció en aquella reunión familiar. Moritz me había advertido que su hermano era peligroso, pero no imaginé que su obsesión llegaría a estos extremos.

—Déjame ir, David —suplico, con la voz temblorosa—. Por favor, no me hagas más daño.

Él suelta una carcajada mientras se sienta a mi lado en la cama.

—¿Hacerte más daño? Querida, todo lo que quiero es amarte, como mereces ser amada —dice, acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.

Contengo las náuseas que me produce su cercanía y su tacto. Sé que no puedo mostrar miedo, eso sólo lo alentaría.

—David, escúchame —digo con firmeza—. Tú y yo nunca podremos estar juntos. Soy la prisionera de tu hermano, y él no permitirá que te acerques a mí.

Su sonrisa se borra y sus ojos se oscurecen con ira.

—¡Eso es lo que tú crees! —grita—. Moritz no es nadie para decidir sobre nosotros. Tú eres mía, Tara, y voy a hacer todo lo que esté en mis manos para tenerte.

Se abalanza sobre mí, tomándome con fuerza de los brazos. Trato de forcejear, pero su agarre es demasiado fuerte. Siento su aliento en mi rostro y cierro los ojos, esperando lo peor.

De pronto, la puerta se abre con estrépito y una voz conocida resuena en la habitación.

—¡Aléjate de ella, David! —grita Moritz, furioso.

David se aparta de mí y se enfrenta a su hermano. La tensión entre ellos es palpable.

—Tú no puedes prohibirme que esté con Tara —espeta David—. ¡Ella es mía!

Moritz lo mira con furia.

—¡Ella es mía! —ruge—. Y si vuelves a acercarte a ella, te mataré con mis propias manos.

Los dos hombres se enfrentan, mientras yo los observo con temor. ¿Qué pasará ahora? ¿Quién ganará esta batalla por mi control?

sobrevive el mas fuerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora