CAPÍTULO 38. DANIEL

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—¿Necesitas medicación?

Le lanzo una mirada mortal a la rubia a través del espejo de la habitación para que cierre la maldita boca.

—No voy a estar drogado en mi maldita boda.

—Pero estás alterado —insiste—. Tal vez todo esto es muy repentino.

Si, hace cuatro días decidimos que no necesitábamos a nadie más que a nosotros mismos y las personas que nos acompañan, conseguir el resto fue demasiado fácil. O así lo hace ver Grace.

—Estoy alterado porque estás respirando en lo puto cuello, ¿No tienes algo más que hacer? ¿Cómo ayudar a Grace con su vestido o algo?

Bien, estoy siendo un imbécil de nuevo. Mi mente va de un lugar a otro, trayendo recuerdos que no quiero y personas que no debería recordar. Aún no decido si son las jodidas drogas o la ocasión actual.

—Solo quería saber si necesitabas algo, Daniel. No estoy vigilándote.

Creí que saldría de la habitación, pero en lugar de hacer eso, se acerca a mí y me obliga a girar para enfrentarla.

—Este es el día de Gracie, quiero que sea perfecto —me endereza la estúpida corbata que se empeña en quedar chueca—. Pero también es tu día y deberías disfrutarlo.

Ella sigue mirando la corbata, luego alisa las solapas de mi traje. De nuevo el pensamiento de la puta adicta al crack vuelve a mi mente. ¿Alguna vez pensó que llegaría este día? ¿Amelia Lowell lo hace?

—De cualquier forma —Keren continúa ajena a mis pensamientos intrusivos—. La ceremonia no durará mucho porque Gracie quiere que sea breve, y la cena estará lista para entonces.

Bien, parece que la muñequita pensó en todo, o en casi todo. Solo el tema de la luna de miel quedará pendiente y sé que se debe a mí, quiere protegerme de los antojos y las recaídas.

Por eso mismo, no están sirviendo más que champaña para el brindis. Genial.

—¿Los Lowell están aquí? —pregunto, recordando la petición que les hice. O, mejor dicho, la justificación que ofrecí.

—Si. Ya todos están listos, incluida Gracie.

Mierda, estoy ansioso. Quiero verla, no me lo dijo, pero encontré las fotos de vestidos de novia escondidos en su libro de romance.

—Bajaré en un momento.

Keren asiente y sale, dejándome ahí para tomar un profundo respiro, luego salgo también de la habitación. Los Lowell conversan en la sala con Ramos cuando bajo.

—Hola —saludo con incomodidad.

—Oh, cariño —la señora Lowell me atrapa en un abrazo asfixiante—. Te ves muy guapo, me alegro tanto por ustedes.

—Si, —balbuceo cuando se aparta, prefiriendo cambiar el tema—. ¿Cómo está Robby?

Es Benjamín el que responde con una gran sonrisa.

—Mejor. Le gusta mucho la terapia de grupo, el médico a cargo dijo que tiene un excelente progreso.

—¿Y tú? —dice Amelia y sé a lo que se refiere.

—Pues sigo vivo, creo que vamos por el camino correcto.

Los Lowell no aprecian el chiste, pero Joel lucha por contener una sonrisa. Él y Keren podrían decir que no ha sido fácil. He necesitado medicación para dormir en dos ocasiones, el resto he estado muy irritable.

Cómo ahora, cuando todos me miran como si fuera un puto animal salvaje.

—¿Grace está lista? —digo a nadie en particular.

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