EPILOGO 2. DANIEL

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Meses después...

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—¡Daniel! —chilla, retorciendo las cuerdas de sus brazos.

—Shh, nena. Vas a lastimarte.

Deja de retorcer los brazos, pero comienza a hacerlo con las piernas haciendo que mis embestidas se vuelvan descoordinadas.

—Muñequita —la sostengo con más fuerza—. Deja de luchar contra la soga.

Se detiene solo por un segundo antes de comenzar a retorcerse de nuevo, de lado en la cama y me preocupa que vaya a lastimarse. En mi defensa, fue ella quien vino con la idea de atarla como antes.

—¡Daniel! —su grito se vuelve gemido—. ¡Voy a... Voy a...!

Sé lo que quiere. Alivio.

Apoyo una mano en su cadera para que deje de moverse y con la otra sostengo las cuerdas de sus brazos, luego embisto con más fuerza para darle lo que necesita. Y eso parece funcionar también para mí, que me estremezco de placer con el orgasmo.

Si no estuviera arrodillado en el colchón, me derrumbaría en el piso por algunos minutos. Apenas me doy cuenta que cerré los ojos porque Grace retoma el tironeo en sus brazos y piernas.

—Estoy lista para que las quites —susurra.

—Lo sé.

Me inclino para besar su hombro, luego muevo mis manos para quitarle la venda de seda de los ojos. La cuerda enlazada manteniendo sus brazos detrás de su espalda es la siguiente, y finalmente la que mantiene desde sus rodillas hasta los tobillos juntos.

Grace se incorpora lentamente mientras yo masajeo un poco los lugares donde la cuerda estaba más tensa para que nadie más se dé cuenta de lo que ocurre. Seguramente escucharon, pero eso no significa que deban saberlo todo.

—¿Lista, muñequita?

—Si.

Vuelvo a atarle el bikini rosa que llevaba y le paso el vestido tejido por la cabeza para que vuelva a cubrirse. Me aseguro que luce más o menos como antes de toda esta acción y salgo de la cabaña llevándola en mis brazos.

—¡Buenos días! —chilla, pero ahora es un saludo para nuestros acompañantes.

—Buenos días, señor y señora Stevens —la rubia Keren se ríe.

Tiene al pequeño Tay sentado con ella sobre la arena, haciendo un castillo con un bote y una pala, así que me acerco para dejar a mi esposa con ellos.

—¿Desayunaron? —pregunta la señora Ramos con una mirada conocedora.

—No —respondo mientras Grace dice Si, luego sus mejillas se sonrojan.

Keren pone los ojos en blanco solo a mí.

—La diré a Joel que pida algo del menú.

Toma el móvil que tiene sobre la manta y teclea un mensaje con su mano libre. Tay se estira hacia su madre para que lo levante, lo que me recuerda a su hermanita sentada en la otra manta unos metros a la derecha.

Me dirijo ahí y me siento en el espacio libre a un lado de Robby.

—¿Se está portando bien? —señalo a mi bebé con la cabeza.

Ella manotea sobre el brazo de Robby para que acerque el trozo de fruta que está comiendo y mirándome con sus lindos ojos azules.

—Claro que sí, es una princesa. ¿Verdad, mi vida? —Robby le toca el brazo, pero ella está muy entretenida en su comida—. Siempre es un gusto cuidar de tus hijos para que tengas tus cogidas extravagantes.

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