Capítulo 6

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Violeen miró a los ahí reunidos, todos seguían paralizados tras la exhibición de magia. El señor Carrow fue el primero en intervenir porque su hijo era uno de los que estaban bajo tierra. Pronto hubo de pedir ayuda porque liberarlo no era tan fácil como había sido atraparlo. Violeen deseaba aprovechar el caos para huir... pero ahora sí que no había retorno.

—¿Quién eres? ¿Qué eres? —susurró Voldemort acercándose a ella, contemplándola con renovada curiosidad.

—Na-nadie —respondió Violeen con sinceridad—. Solo una bruja que se crio sin varita y... por eso no sé usarla bien.

—¿No fuiste al colegio? —quiso saber el Señor Oscuro.

—No, nunca fui. Me críe viajando y nunca tuve una varita.

Voldemort la miró con intensidad, exigiendo que ampliara la información. Y a ese ser, la chica no podía desobedecerlo. Centró todo su esfuerzo en hablar sin balbucear:

—Co-como todos sabemos, los niños de pequeños hacen magia sin varita de forma involuntaria o incluso voluntaria y hay países en los que eso no cambia con los años: la magia se usa así, sin varita. De esa manera aprendí yo.

Lo confesó a gran velocidad porque estaba nerviosa y asustada, Voldemort causaba en ella más efecto que cualquier maleficio.

—Si eso fuese así... —intervino Lucius Malfoy con desconfianza— nos educarían a todos así.

—Es muy peligroso. Los riesgos de sufrir accidentes, de no controlar tu magia e incluso de morir son mucho mayores que con una varita. Se requiere supervisión constante del niño y tiene que tener cierta predisposición a ello, no cualquiera puede hacerlo. Con una varita es todo más organizado y seguro, en ninguna escuela podrían tener alumnos que no la usasen —le aclaró Violeen.

—¿Cómo aprendes los conjuros? —quiso saber Voldemort.

—No los aprendes, al menos no como yo lo viví. Usas la magia para lo que necesitas, simplemente deseo hacerlo y lo hago. Puedo usar mi magia, la de la naturaleza o incluso la de mis oponentes... Pero es todo más caótico y complicado. De más mayor tuve un profesor que me enseñó los conjuros más habituales para que pudiese manejarme mejor en el mundo.

Voldemort la escuchaba con una atención que hacía años que no dedicaba a nadie, Lucius apenas lograba controlar la rabia por su derrota y Bellatrix la miraba sin parpadear. Al final, el mago oscuro pareció tomar una determinación.

—Te quedarás a cenar, ¿verdad? —le preguntó a Violeen con impostada amabilidad—. Lucius, deshazte de los demás. Bellatrix, ven aquí.

El Señor Oscuro se alejó hablando en voz baja con su lugarteniente mientras Lucius les ordenaba a los demás que se marcharan. Violeen se quedó sola, intentando tranquilizarse. Decidió aventurarse por el bosque que rodeaba la mansión para recuperar un poco de calma y soledad, toda esa situación la estresaba mucho.

El lugar era bonito, con hierba alta, flores silvestres y duendecillos revoloteando; aunque bastante oscuro: las ramas altas de los árboles se entrelazaban y apenas dejaban pasar la luz. Violeen acarició la corteza de un grueso roble, pensando en las historias que habría presenciado y guardado en su interior...

—¡Ay! —gritó asustada.

Su conexión con la naturaleza se interrumpió cuando Bellatrix se apareció ante ella. Muy seria, de brazos cruzados y ya sin rastro de miedo. La contempló sin decir nada y Violeen hizo lo mismo. Hasta que al final no pudo más.

—He ganado... ¿Tampoco ahora está contenta?

La bruja tardó en responder.

—Me mentiste.

La espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora