—¿Cómo va con la chica?
—Bien. Creo que confía en mí.
—¿Y va mejorando?
—Sí. Se defiende muy bien y también ha aprendido varios maleficios que usa con fluidez.
Voldemort apenas respondió con un murmullo. Caminaban presurosos de noche por un barrio de las afueras de Londres: tenían gente a la que amenazar.
Hacía tres días que Bellatrix no veía a Violeen, desde la experiencia con la poción onírica. Aquello además de ser una vivencia demasiado íntima que, de haberlo sabido, Bellatrix quizá hubiese preferido no compartir, había suscitado demasiadas dudas en ella.
Entendía que se trataba de un recuerdo que el cerebro modificaba, parecido a lo que hacían Voldemort y ella introduciendo recuerdos y visiones falsas en las memorias de sus víctimas para torturarlos. Aceptaba también que, de alguna forma, la sensación era más tangible e inmersiva. Y como ocurría con los retratos mágicos, la gente del recuerdo era capaz de conversar con la experiencia y carácter que tuvo en vida. Lo que no entendía era por qué Violeen lo compartió con ella (estaba segura de que no la soportaba). Ni tampoco por qué lo había sentido de forma tan profunda.
—Ah, aquí estamos —murmuró Voldemort devolviéndola a la realidad.
Bellatrix contempló la casucha de piedra ante la que se encontraban. Parecía una casa de labranza, no apta para vivienda, pero una débil luz escapaba bajo la puerta. Como acostumbraban a hacer, entraron sin llamar.
Efectivamente dentro había una pareja cenando, tendrían unos treinta años. Habían adaptado el lugar para poder vivir o, más bien, para poder esconderse. Al ver a Lord Voldemort comprendieron que no había sido suficiente.
—Anuka Abott... —siseó Voldemort dirigiéndose a la chica—. Cuando tu abuelo me juró fidelidad comprometió a ello a toda su estirpe... Lo sabes, ¿verdad?
Anuka gritaba horrorizada. Tenía la varita agarrada, al igual que su marido, pero no se atrevían a atacar a un enemigo del todo superior.
—Y sin embargo aquí estás... Escondida como una comadreja con tu marido sangre sucia, emponzoñando el legado de tu familia.
—¡No! ¡Déjenos en paz! —gritó la mujer en una súplica desesperada, tratando de arrojar un maleficio que Voldemort desvió al momento.
Bellatrix se mantenía en un segundo plano. Conocía a la chica de vista, era unos años más joven que ella y coincidieron en Hogwarts. Iba a la misma clase que su hermana Andrómeda (exhermana, más bien). Se dio cuenta de que estaba en la misma situación que Andrómeda: huyendo para proteger a su marido tras traicionar a su familia por amor. «Qué ridículo...» pensó Bellatrix.
La pareja temblaba y a la vez estaba completamente paralizados, parecían incapaces de responder. La mera presencia de Voldemort ponía los pelos de punta a cualquiera.
—Soy un mago clemente. Os perdonaré la vida si me juráis lealtad. No puedo prometer nada contigo... —murmuró mirando al chico con desprecio—. Pero la otra opción es la muerte.
La pareja se miró y como si ya lo tuvieran planeado, echaron a correr. Llegaron justo para ver como su armario evanescente (la forma que tenían de huir) explotaba entre llamaradas.
—Ah, gracias, Bella —murmuró Voldemort.
Ella se había fijado antes en el artefacto y era muy rápida haciendo estallar las cosas.
—Supongo que eso es un no... —siseó el mago oscuro—. ¡Avada kedrava!
Lo repitió de nuevo y la pareja quedó en el suelo. Salieron de la casa y Bellatrix la hizo arder. Se alejaron de ahí con la misión cumplida.
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La espía
FanfictionLa guerra mágica se prolonga demasiado y ambos bandos están agotados. Tratando de avanzar, Dumbledore decide infiltrar a una espía entre los mortífagos. El problema es que el mago no calibra lo que puede suponer para una bruja con carencias emociona...