El Triunfo de Eva (+21)

Tuko

 — Más, ¡Cepha!

La ventosa del Tentáculo de Cepha sobre mi clítoris me torturaba de la mejor manera que existía, uno de sus tentáculos me rodeaba la cintura y se enrolaba ascendiendo hacia mi pecho, donde un apéndice de este generaba un espiral hacia mi pezón, el cual presionaba y succionaba para aferrarse a él, cada tanto tiempo, notaba que la presión que ejercía era excesiva y él mismo me soltaba. Pero lo que pasaba en mi centro simplemente era una experiencia que rayaba en lo religioso.

Era una succión que se basaba en succionar y soltar de forma rápida, constante y... ni siquiera sabía que él podía tener tanta habilidad para controlar cada ventosa individualmente para contraer y relajar tan rápido. Me estaba mareando y podía sentir perfectamente su respiración en mi nuca, mientras las gotas de agua salada y fría que goteaban de los arcos óseos que debían ser sus cejas, me salpicaban en las clavículas, expuestas y desnudas en el muelle mientras él con su boca arremetía en mi cuello como si quiera comérselo.

— Tuko - mi nombre en su boca sonaba como un rezo.

Las cosquillas se intensificaron y podía sentir esa extraña comezón que solo surgía cuando mis propios dedos me torturaban a mitad de alguna jornada nocturna de trabajo, cuando usaba la excusa de ir al baño para tomarme unos 5 minutos de autoplacer lejos de la luminaria. El clímax se acercaba, los dientes de Cepha encontraron el lóbulo de mi oreja y entonces comenzó a mordisquear mientras susurraba mi nombre y yo...

— ¡Tuko! - maldición esa no es la voz de Cepha - Ya muévete.

Una patada en mi hombro me despertó de forma dolorosa. Al abrir los ojos, pude notar que la luminaria estaba tremendamente iluminada, pero no tenía sentido, era de madrugada, era mi noche libre de trabajo a la semana, ¿qué era lo que sucedía? Tanka estaba era la que me había despertado, supongo que en la desesperación, era la forma más efectiva de hacer que me pusiera de pie.

Las luces artificiales que iluminaban las pieles que construían las paredes de nuestra luminaria penetraban con una ligera intensidad. Las luces blancas penetraban el textil curado para asustar a las más pequeñas quienes huían hacia las ancianas para que estas las cargaran. Todas bajábamos la mirada, mientras nos agachamos para evitar mirar aquellas incrustaciones que parecían chorrearles en las caras.

Oro puro. Calentado y rociado sobre su piel en un cámara criogénica, luego un baño de nitrógeno líquido para que se mantuviera en su lugar, mejillas que parecían cera derritiendose bañada en oro. Gurtz.

La Comunidad Gurtz era sin lugar a duda la más aterradora de las comunidades, si el mundo fuera una pentarquía, las Gurtz serían las dueñas de las extensiones de tierra más terrorífica, se decía que las enormes minas de oro en las que se asentaban parecían lechos de muerte brillante y pésimos augurios, hacía años que no conocían más animales que los Yaxas y que además los habían esclavizado.

Eran el verdadero cáncer en la tierra, al menos las Eke se mantienen en las sombras y prefieren aislarse del resto de las sociedades, aunque el resultado de sus actividades antinaturales sean la evidencia viva de las cosas horribles que deben pasar dentro de los muros de"La Matriz", pero en el caso de las Gurtz, su piel hermosamente decorada con oro se desmejoraba en sus mucosas debido a la innumerable cantidad de infecciones que habrían contraído gracias a sus, cuando menos, peculiares actividades.

Incluso con algo tan simple como el emblema que adornaba sus chalecos, intimidaban asquerosamente al resto de la sociedad. Una calavera hecha de filamentos similares a gusanos no dejaba mucho a la imaginación. Tres partes de la calavera se dividían para hacer lo que serían sus ministerios, aunque el saber a lo que se dedicaba cada uno era un maldito misterio.