Capítulo 17

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Klaus 

Hace unas horas el clima estaba perfecto. ¿Qué le pasó?

De un momento a otro, empezó a llover muy fuerte, parecía casi una tormenta.

—Me gusta, siempre me han gustado los días lluviosos —confesó Ava, mirando las gotas caer con nostalgia.

Hice una mueca. —Nunca me han dejado mojarme ni siquiera un dedo con la lluvia. Mi padre se volvería loco.

—¿Cómo es posible que nunca te has bañado con ella? Es lo mejor del mundo —exclamó, incrédula.

—Tal vez es algo de lo que me he perdido —respondí, con la mirada fija en el campo.

Noté cómo se quedó en silencio por unos minutos.

—Vamos a bañarnos —propuso.

—¿Qué? —la miré, sorprendido.

—Lo que escuchaste —repitió, y sin esperar respuesta, me tomó del brazo, sacandome de la casa.

La lluvia nos envolvió de inmediato, fría y refrescante. Titubee al principio, mirando hacia la casa como si esperara que mi padre apareciera en cualquier momento para reprenderme. Pero después de unos segundos, dejé escapar una risa nerviosa.

—Vamos, Klaus, ¡no es tan malo! —me animó girando sobre sus talones con los brazos extendidos, dejando que la lluvia la empapara por completo.

Se veía demasiado hermosa.

Finalmente me relajé y, después de un par de pasos vacilantes, empecé a disfrutar. Levanté la cara al cielo, cerrando los ojos mientras el agua corría por mi rostro. Mi risa se volvió más genuina y, por un momento, parecía un niño sin preocupaciones.

—¡Esto es increíble! —grité, mientras ambos chapoteábamos en los charcos que se formaban bajo nuestros pies.

La lluvia golpeaba con insistencia, creando un telón acuoso que nos aislaba del mundo exterior. En medio de ese diluvio, solo existíamos ella y yo. La vi correr y saltar como una niña en un campo de juegos, su risa resonando en el aire y sus ojos brillando con una luz propia.

Cuando finalmente llegó a mi lado, su sonrisa cálida me envolvió como un abrazo reconfortante. Cada rasgo de su rostro era una obra maestra, un recordatorio constante de su belleza única. Mis dedos, casi por instinto, buscaron el contorno de su mejilla, apartando con delicadeza los mechones de cabello que la cubrían.

Nuestros ojos se encontraron en un silencio que hablaba volúmenes, cada segundo que pasaba acercándonos más. En ese intercambio silencioso, mi corazón latía con una intensidad que amenazaba con ahogar cualquier otra sensación. Y cuando finalmente me atreví a formular la pregunta con la mirada, su respuesta fue un suspiro de alivio, una sonrisa que iluminaba aún más la oscuridad que nos rodeaba.

El beso que siguió fue como una revelación, un encuentro de almas que había estado esperando desde el primer momento en que nuestros caminos se cruzaron. Mis manos encontraron naturalmente su cintura, atrayéndola hacia mí con una urgencia que me sorprendió. Sus dedos se enredaron en mi cabello, como si quisiera fundirse conmigo en ese momento único y eterno.

Cuando finalmente nos separamos, el mundo parecía haber cobrado nueva vida a nuestro alrededor. Busqué su mirada, encontrando en sus ojos el reflejo de mi propia emoción. Nos quedamos allí, bajo el diluvio, compartiendo un momento que trascendía cualquier palabra o gesto.

Nos dirigimos de vuelta a casa, empapados pero felices, y en ese momento, con una sonrisa que nunca antes le había brindado, le di las gracias. Sentí que necesitaba ese momento más de lo que había imaginado, y su respuesta fue un recordatorio de que a veces, las tormentas pueden limpiar más que solo la tierra.


𓆸


El sonido de la lluvia golpeando contra los cristales era el telón de fondo de nuestra conversación. Ava y yo nos encontrábamos atrapados en una especie de limbo, mientras esperábamos a que los demás llegaran. Observé su rostro, reflejando preocupación y quizás un poco de nostalgia mientras secaba su cabello. Mis palabras sobre el retraso de los demás parecieron sorprenderla, pero antes de que pudiera interrogarme, ya había encontrado la respuesta en mis labios.

—La tormenta no los deja venir —le expliqué, recordando las palabras de Katherine sobre la situación en el pueblo.— Se quedarán hasta que puedan manejar.

Ava asintió con comprensión, pero aún había algo más allá en sus ojos. Un silencio incómodo se instaló entre nosotros, como una niebla densa que se negaba a disiparse. Observé cómo sus miradas erraban por la habitación antes de que se dirigiera al balcón, dejándome atrás, preguntándome qué pasaba por su mente.

Sin embargo, no pude resistir la necesidad de seguir sus pasos. Me acerqué sigilosamente y la abracé por detrás, sintiendo su tensión bajo mis manos. —Los días lluviosos me recuerdan a mi mamá —confesó, su voz temblando con la emoción.— Solíamos salir y jugar juntas. Ella era maravillosa.

Escuché en silencio mientras acariciaba sus brazos, sintiendo el peso de sus palabras. Cuando se giró hacia mí, pude ver la sinceridad y la pureza en sus ojos, una pureza que me dejó sin aliento.

—Vamos a dormir, Ava —sugerí suavemente, guiándola hacia la cama donde nos acostamos, mirándonos el uno al otro en la penumbra.

—¿Cuál es el significado de tu nombre? —pregunté, incapaz de apartar la mirada de sus ojos, mientras poco a poco se cerraban con el peso del sueño.

—Vida —respondió ella en un susurro apenas audible, antes de dejarse llevar por el sueño.

Sonreí ante su respuesta, una respuesta que parecía tan perfecta para ella.

—Tiene sentido —murmuré.— Porque eres mi vida —añadí, aunque con la esperanza de que no me hubiera escuchado. Pero en ese momento, no importaba. Lo único que importaba era estar allí, con ella, en medio de la tormenta, encontrando refugio el uno en el otro.

 Lo único que importaba era estar allí, con ella, en medio de la tormenta, encontrando refugio el uno en el otro

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⏰ Última actualización: Jun 11 ⏰

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