Capítulo 5

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Nyx se sentía atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar, cuestionando cada decisión que la había llevado a ese momento. "No tiene ningún derecho a decidir dónde puedo ir o lo que puedo hacer. Esto es una locura, esto es ilegal, esto es... ¿un secuestro?" se preguntaba, su mente dando vueltas en busca de una explicación lógica. La mirada de Archer sobre ella era fría y calculadora, sin un ápice de duda sobre sus acciones. La idea de que alguien pudiera asumir tal control sobre ella la dejaba atónita y furiosa.

Al otro lado, Mortimer luchaba con su propia culpa, sabiendo que había sido una pieza clave que había llevado a Nyx a las garras de su hermano, pero en el fondo sabía, que era por el bien de esa joven.

Nyx, a pesar de la confusión y el miedo, sabía que debía mantenerse firme. "Mantén la calma, Nyx. Piensa," se decía a sí misma, su instinto de supervivencia tomando el mando. No mostraría miedo, no le daría a Archer esa satisfacción.

Sus ojos barrían rápidamente la habitación, evaluando las posibles rutas de escape. Entonces, con la adrenalina corriendo por sus venas, se lanzó hacia la puerta, su figura una sombra fugaz que se deslizaba entre los muebles con la determinación de un animal perseguido.

Archer y Mortimer se quedaron inmóviles, sus cuerpos tensos, mientras la puerta aún vibraba por la salida apresurada de Nyx. Con una mezcla de admiración y sarcasmo, Archer rompió el silencio -La verdad, es que ha sido bastante rápida, tiene buenos reflejos-. Mortimer apenas podía creer lo que acababa de suceder, su reacción fue demasiado lenta para detenerla.

Dentro de la casa, los hermanos se quedaron en silencio, procesando la repentina huida de Nyx. Archer, con su característica calma, fue el primero en hablar.

-Es una luchadora- comentó, un atisbo de admiración brillando en sus ojos azules. - Pero no entiende dónde se ha metido-.

-Tengo dudas, hermano, no se si he hecho bien trayéndola con nosotros, está muy asustada - dijo Mortimer, su voz cargada de preocupación.

Archer se volvió hacia su hermano, su mirada intensa y penetrante.

-Precisamente por eso has hecho bien, Mort - respondió con voz firme. - Está rota, asustada, vulnerable. Es como una niña, perdida y herida-. El hermano más joven asintió, el Alpha siempre tenia la razón.

-Hemos vivido tanto tiempo en las sombras, ocultando nuestra verdadera naturaleza, no olvidado lo que es pertenecer a una manada-. Mortimer asintió lentamente, pero dijo con preocupación -Pero Nyx es diferente, es humana, no es como nosotros-.

-Cierto - respondió Archer con una sonrisa triste. - Pero eso no significa que no podamos ayudarla. Ella necesita un lugar seguro, un lugar donde pueda encontrar su camino. Y nosotros podemos ofrecérselo-.

En el exterior, la noche se envolvía alrededor de Nyx como un manto de posibilidades. El aire fresco llenaba sus pulmones, recordándole que la libertad aún estaba al alcance si podía correr lo suficientemente rápido. La hierba humedecía sus pies, y la casa detrás de ella se convertía en un recuerdo distante con cada zancada.

No había tiempo para mirar atrás; cada paso debía alejarla de las luces cada vez más tenues. Pero su alivio fue efímero; apenas empezaba a creer en su escape cuando las luces de una linterna se fijaron sobre ella, y unos brazos firmes la detuvieron en seco.

Mientras tanto, en la casa, los hermanos discutían sobre la situación. La conversación fue abruptamente interrumpida cuando la puerta se abrió de golpe y Nyx fue arrastrada de vuelta a la vivienda por otros dos hombres igual de rudos, luchando y gritando, su breve sabor de libertad arrebatado tan rápido como había llegado.

Los hermanos la observaban, cada uno enfrentando el caos de la noche a su manera, con Archer manteniendo su frialdad y Mortimer, quizás, comenzando a cuestionar las consecuencias de sus actos.

La esperanza que había sido la fortaleza de Nyx ante la adversidad comenzaba a resquebrajarse bajo el tremendo peso de su frustración. Cada intento de fuga, cada estrategia meticulosamente articulada, se deshacía delante de sus ojos. La impotencia se apoderaba de ella, consumiendo cada partícula de su ser. La tensión que había acumulado durante tanto tiempo finalmente estallaba, liberándose en un torrente de lágrimas y sollozos que inundaban la estancia, resonando como el eco de su propia desesperación. Lloraba con la crudeza de un infante que, por primera vez, choca con los límites de su mundo conocido.

Archer, la encarnación misma de la rigidez y la disciplina, era testigo de esta escena de dolor que parecía tallar una complejidad de emociones en su rostro de piedra. La vulnerabilidad expuesta de Nyx había logrado introducir una fisura en la armadura de frialdad que el Alpha siempre había portado, su animal interior reclamaba a esa joven como su protegida. Se acercó a ella, disminuyendo la gravedad de sus pasos, ablandando la postura dominante que lo caracterizaba, como si se preparase para un acto de compasión que nadie esperaba de él.

-Podéis marcharos- Ordeno el Archer a los otros dos que había cazado y traído de vuelta a la joven.

Desafiando todas las percepciones previas, Archer se inclinó con una suavidad que iba en contra de su fama de inmutabilidad y, con una ternura que parecía ajena a su esencia, levantó a Nyx en sus brazos. Era un gesto de cuidado y la arrulló contra su pecho, proporcionando un santuario tanto físico como emocional a la figura abatida de la joven.

La habitación, antes un campo de batalla silencioso de voluntades enfrentadas, ahora parecía contener una quietud casi sacra. Mientras la joven se aferraba a la firmeza que Archer le ofrecía, los roles y las reglas no escritas que habían definido su relación hasta ese momento se desvanecían como sombras al amanecer.

Los sollozos de Nyx iban disminuyendo gradualmente, su respiración encontrando un nuevo ritmo al compás del pecho de Archer. Las lágrimas, ahora menos urgentes, seguían su camino por su rostro, pero con la lentitud de un río que se sosiega después de la tormenta. En su mirada, donde antes residía la determinación inquebrantable, había ahora un brillo de rendición, una aceptación de su propia fragilidad.

Archer, por su parte, se enfrentaba a su propia conmoción interna. La necesidad de proteger que había surgido en él era un sentimiento extraño, un terreno desconocido que pisaba con cautela, él era un lobo Alpha, y no podía permitirse ningún punto débil. Pero no había duda en la forma en que la sostenía, como si sus brazos fuesen diseñados para ser el refugio de Nyx en ese preciso instante. Su mirada, siempre tan penetrante y calculadora, se había suavizado, permitiendo que una sombra de preocupación genuina y empatía, y algo más que Nyx no era capaz de descifrar, se filtrara a través de su usual frialdad.

Mientras el silencio se cernía sobre ellos, los pensamientos de Nyx galopaban. Se preguntaba cómo había llegado a ese punto, cómo había permitido que sus defensas se derrumbaran ante él.

Ninguno de los dos hablaba; las palabras eran superfluas y, de alguna manera, una intrusión en la trascendencia del momento. En el silencio, cada uno reflexionaba sobre el significado de aquel acto de consuelo. Nyx, sobre la vulnerabilidad y la fuerza que se derivaba de aceptarla. Archer, sobre la rigidez de sus principios y la posibilidad de que existieran matices en su mundo de blanco y negro.

Finalmente, cuando los últimos vestigios de la crisis de Nyx se calmaban, Archer la ayudó a ponerse de pie. El contacto se rompía, pero la conexión que habían compartido parecía dejar un eco persistente en el aire. 

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