Capitulo 1.

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Para Camila el primer día de trabajo tenía que ser perfecto.
Pero bueno...tan perfecto ya no podía ser, ya que había iniciado con el pie izquierdo el día antes del comienzo del trabajo.

La discusión con su gerente.

Todavía se acordaba de la cara del hijo de su nuevo jefe, hablándole con desprecio cómo si fuera la nada misma. Se había disculpado de las mil formas posibles pero la mala impresión ya estaba dada.

Camila sabía que tenía y podía remediar la situación. Puso su mejor sonrisa y comenzó a alistarse una hora antes de ir a trabajar.

A las ocho en punto de la mañana ya estaba en la puerta, lista para comenzar su primer día.

Si quería revertir la impresión que le había a dado a su supervisor, tenía que hacer todo a la perfección.

La puerta se la abrió un chico un poco más bajo que ella, pelo negro, buen porte, un arito en la nariz, y lo mas peculiar, un simétrico bigote.

—Hola. —Saludó la chica con felicidad, sus vibras volaban por el cielo, cómo era usual en Cami.

—Hola. —El chico en frente de ella le devolvió el saludo amablemente. —¿Vos debes ser...Camila, no?

—¡Si! Lo dice mi etiqueta. —Le seńaló el cartel que estaba impregnado en su uniforme que decía con claridad su nombre.

—Sí, lo vi. —Se corrio a un costado, para que ella pudiera pasar. Así lo hizo. —Soy Nicolas, todos me dicen vegano, así que si escuchas ese apodo ya sabes que soy yo. —Comentó cerrando la puerta por detrás de ella.

—¿Es porque sos vegano? —Preguntó y él asintió con obviedad. —¡Ay! Yo también soy vegana...bueno, vegana, celiaca, diabética...en resumen, tengo sibo.

—Todos los problemas tenes. —Se rió.

—Sí. —Ella también soltó una risa. —¿Y...el gerente?

—¿El jefe decís? No viene nunca, solo los sábados para ver el funcionamiento de la cafetería.

—No...o sea, me refiero al hijo. Me dijo el señor Odoguardi que es nuestro encargado.

—¡Ah! Giani decís vos. —Comprendió. —Salió a hacer una llamada importante, seguro ya vuelve. —Dijo mientras caminaba.

—¿Giani de Gian? —Preguntó curiosa siguiendo al vegano por detrás de la caja. Este se puso a acomodar la plata.

—De Gianfranco. —Aclaró.

—¿Todo junto?

—Todo junto.

—Ah. —Un silenció se formó entre ambos, silencio que duró solo unos segundos, ya que Camila no se caracterizaba por, justamente, ser una chica silenciosa. —¿Y hace cuanto trabajas vos acá? ¿Qué haces? ¿Sos mozo como yo?

—Soy cajero. Igual hago un poco de todo. —Le comentó. —Y estoy trabajado hace unos... —Hizo un silencio pensativo. —diez meses, masomenos.

—¿Y te llevas bien con éste chico...? ¿Como era el nombre? Ya me olvidé.

—Gian. —Nicolas negó con la cabeza mordiendo su labio sonriente. Que personaje habían traído a trabajar a la cafetería.

El café amargo de tus ojos | GiamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora