Sus labios estaban fríos, su piel pálida y sus ojos cerrados. Estaba inmóvil. La sangre huía de su cuerpo, su corazón, quieto, ya no regaba de vida su cuerpo.
Inmóvil, quieto, silencio. Muerto. Él estaba muerto.
Le seguí mirando, incapaz de reaccionar, de gritar o llorar. A mi alrededor, el bullicio de la pelea aún se escuchaba, lejano, imposible. Irreal, como su muerte.
El aire empezó a faltarme y la desesperación recorrió mi cuerpo. Muerto, muerto, él está muerto. ¡Muerto! ¡Está muerto! Mi interior se removió violentamente, mis lágrimas por fin escaparon en un abrupto llanto de ira, caliente, triste, vacío.
-Está muerto-me escuché susurrar, casi un sonido inexistente.-Está muerto. Lo mataron ¡Lo mataron!-grité de repente, exaltada. Agarré la daga clavada en su cuerpo y me levanté buscando al asesino. Lo mataría, le quitaría la vida como ese desgraciado le quitó la vida a mi Rey. Y lo encontré, luchando con un soldado, no muy lejos de mí, de mi sed de sangre.
-Estás muerto.-dije con una voz cargada de deseo de sangre, ronca, profunda y gastada. Avancé velozmente hacia mi objetivo-¡Muere!
El infeliz volteó sobresaltado por mi cercanía repentina, abriendo los ojos de sobremanera, aterrorizado. No lo dejé reaccionar, le tomé del cabello abalanzándome sobre su cuerpo, le clavé la daga en su yugular y le observé entrar en pánico mientras se ahogaba con su sangre.
-Espero que te vayas al infierno.-dejé caer su cuerpo al suelo y tiré la daga incrustrada en rubíes cerca de él. Las fuerzas abandonaron mi cuerpo, me sentí drenada, derrotada. "Está muerto" pensé, sin un objetivo claro, sin saber que hacer. Las cosas se movían a mi alrededor, como borrones, difusas y ténues. Un dolor desgarrador atravesó mi sistema y me aturdió. Lo ví claramente, al soldado enemigo quitando la espada que había atravesado por mi torso. La sacó con brusquedad y caí de bruces al piso. Yo también moriría hoy. La sangre humedeció mi piel, caliente y húmeda, el dolor adormeció mis sentidos, mientras me desangraba rápidamente.
Miré el cielo con rabia, dolor y frustración. ¡Que se jodan los dioses! ¡Que se jodan todos! Habian matado a su Rey, a mí Rey, aquél que dio todo por su pueblo, aquel que renunció al amor, que renunción a mí, aquél Rey que se desvivió por su pueblo. Un pueblo que se volvió en su contra, le traicionó y le clavó un puñal en la espalda. ¡Pues que se jodan! Al menos no viviría para verles pudrirse en su vergüenza, es su culpa y su codicia. Al menos no viviría sin él, sin su prescencia, al menos... Al menos yo...
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Relatos Oscuros
Short StorySon relatos de historias oscuras, deprimentes, llenas del color monótono que carece de alegría.