Ojos color carmesí

12 1 0
                                    

Ese día en especial, me levanté diferente. Sentía mi cuerpo diferente y lo confirmé al mirarme al espejo. De ser una chica de color, con cabello castaño claro y ojos verdes, pase a ser blanca como papel, pelo negro como carbón y ojos rojos, como sangre. Me estremecí y empecé a palparme la cara. No podía ser. Parecía un muerto o, no tenía idea. Me entró pánico, me lavé la cara con agua fría muchas veces, me fregué los ojos, me di cachetadas, pero la imagen no desaparecía.

-No puede ser, esa no soy yo.

La desesperación ganaba terreno en mi mente y el pánico también. Rápidamente me desvestí y observé mi cuerpo, mi piel era pálida como nieve y estaba fría, estaba algo más delgada y si mirabas con atención te darías cuenta que no hay bello alguno. Me volví a vestir con apuro mientras una idea vagaba en mi cabeza. ¿Mi madre me vería igual? Corrí escaleras abajo y entré de golpe a la cocina. Mi madre, que se encontraba armando el desayuno, se sobresalto dejando que el vaso que sostenía golpeara la superficie de la mesa.

-Amor, me asustaste.-dijo llevándose una mano al pecho- ¿Pasó algo?

-N... no nada.-dije suspirando.

Mi madre sonrió y en el momento que fijé mi mirada sobre ella, la vi detrás de ella. La chica que me tomo el reflejo, la de ojos carmesí y cabello negro, de piel pálida. Estaba sonriendo macabramente mientras me silenciaba con el dedo. Tragué saliva y cerré los ojos, cuando los abrí nuevamente ya no estaba.

A medida que pasaba el día me encontraba atenta de encontrarme con la chica que parecía muerte. Miraba tras mi espalda y no entraba al baño del instituto si no había alguien en él.  La paranoia me siguió al otro día, mirándome al espejo y buscando rastro de aquella ilusión, pero nada. No fue hasta el tercer día que me la encontré, ya más tranquila, yo estaba entrando a los lavados cuando le veo, allí mirándome lo más tranquila y sonriendo como antes o había echo. Vestía con ropas oscuras y sus manos se encontraban tras su espalda. Me paralicé por completo mientras la observaba acercarse a mi.

-Shhhh.-dijo cuando se encontró a mi lado, posando su índice en sus labios.

Pasó de mi lado y desapareció del lugar. Le seguí viendo en distintos lugares del instituto, siempre silenciándome y sonriéndome. 

Ese día llegué alterada a mi casa, me encerré en el baño y me dí una larga ducha de agua caliente, pero aún no era momento de relajarme. Un escalofrío recorrió mi espalda después de cerrar levemente mis ojos y cuando los volví a abrir, allí estaba ella, observándome. En su mano sostenía un cuchillo embadurnado de sangre, se acercó a mi mientras me acurrucaba en un rincón de la bañera totalmente horrorizada, vi el filo sangriento acercarse a mi rostro y no se detuvo, paso la parte desafilada por mis labios y cuello dejando la sangre en mi cuello. Sus ojos estaban más rojos que las otras veces y su sonrisa mostraba sus dientes blancos. Su otra mano se dirigió a mis ojos y de allí solo vi negro, cayendo en la inconsciencia.

Me desperté en mi cama, algo húmedo bañaba mis sábanas y mi piel. Estaba incómoda y algo o alguien estaba sobre mi cama. Abrí los ojos alterada, vi la mesita de luz de mi madre, no recordaba nada, solo el irme a bañar. Observé las sábanas y mi rostro palideció, sangre. La sangre decoraba las sábanas, mis manos y pronto me descubrí bañada en ella. El shock me venció dejándome paralizada unos segundos para luego soltar un grito de terror. Salté de la cama refregándome la cara y llorando. Observé de vuelta la cama y grité como nunca antes. Entre las sábanas revueltas y la sangre, mi madre yacía muerte con numerosos cortes, de donde provenía la sangre, y con un cuchillo en el pecho.

Entre el terror y la angustia, me vi con unas horrorosas ganas de vomitar, me encontraba bañada en sangre, sangre de mi madre. Corrí fuera de la habitación, fui directo al lavado y me miré al espejo. Esto debía ser una pesadilla, observé mi rostro bañado en sangre y mis manos igual de sucias. Pero el shock fue más grande al detectar a la chica de ojos rojos observándome sonriente. Esta vez dejaba ver una cuchilla limpia, con sus ropas oscuras y su pelo suelto, se acercó a mi lentamente mientras yo retrocedía, encerrándome a mi misma entre las paredes. 

-Por favor, por favor no me hagas daño.-sollocé desesperada.

-Shhhh.-me silenció como siempre.

A unos escasos centímetros de mi cuerpo, con su sonrisa macabra acercó la cuchilla y me abrió una herida en el brazo. Mi repulsión y mi horror no me dejaron más que gritar y llorar mientras la desconocida, de ojos color carmesí, cortaba con su cuchilla mi piel y veía como me desangraba con su sonrisa. Y en un movimiento rápido vi el filo cruzar mi vista y un ardor en mi cuello. Me empecé a ahogar con mi sangre y en pocos segundos caí inconsciente.

Relatos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora