El alma de mar

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La gente se reunía entorno al cuerpo, a la balsa flotando en la orilla, al alma que pronto se liberaría. Los cantos se escuchaban vibrantes, lastímeros y cálidos, buscando despedirse del alma en paz, las olas suaves brillaban junto al sol y yo observaba todo desde lo profundo del mar, esperando a que la melodía cesara. Cuando el sol llego al punto más alto del cielo y su descenso lento comenzó, los cánticos cesaron, dando paso a la voz del mar, a mi voz.

Con una tranquilidad inquietante, canté para que el agua arrimara al muerto y lo acercara. La balsa empezó su travesía, yendo contra el oleaje, tirando las velas y encendiendo la paja que descansaba sobre la embarcación. Pronto, las llamas arrasaron con todo, junto a mi voz, que entonaba un cántico lúgubre. Atenazando los corazones de los humanos en la orilla, observé como el cuerpo medio quemado se hundía en las aguas, frente a mi.

Mis ojos se abrieron al observar el alma que se desprendía del cuerpo, tan joven y vibrante, parecía rebosar de vida a pesar de que su cuerpo se hundiera junto a su tiempo. Mi voz cambió el tono, ahora una dulce melodía resonaba por la playa y por los mares. Extendí mi mano a la colorida alma y sentí las emociones humanas retenidas en su luz, en su mirada. Lágrimas cayeron por sus ojos, observé sus labios abrirse, y su voz rasgó la mía con un canto desolado y triste. Mas no dejé de cantar, me uní a ella, a la joven que con pesar dejaba su vida y tiraba su tiempo vital al agua.

Las aguas se arremolinaron a nuestro alrededor, separando nuestras manos unidas, creando una barrera entre nosotras. Fuimos expulsadas al cielo con un gran estallido del agua. Me sentí desvanecer, la vi caer, la vi llorar y la vi reír. Me vi reflejada en su mirada, observé mis propias lágrimas y mi propia cara, supe que por fin renacería. La oscuridad apareció y se fue tal como vino, veloz. Me pude observar a mi misma naciendo, y a ella volviendo al mundo de la misma forma.

Y mientras mi conciencia se desvanecía para darle paso a la nueva vida, pude entender que nuestras vidas duraron menos de lo destinado, que el mar nos estaba dando la oportunidad de volver a intentarlo.

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