ALESSANDRO
Llevábamos dos semanas desde que Mia había despertado. Cada noche iba al hospital para verla, aunque Vanessa se quedaba allí durante el día para acompañarla. La recuperación de Mia era lenta pero constante, y verla mejorar día a día era un bálsamo para mi corazón cargado de culpa.
En la mansión, Dylan y yo estábamos frustrados. Nuestros hombres seguían vigilando todas las salidas de la ciudad y los aeropuertos, pero Leo, o más bien Jack Torwin, se mantenía elusivo. Dylan se sirvió una generosa cantidad de whisky en una copa del minibar y nos sentamos a repasar todo lo que sabíamos hasta ahora sobre Pandora y Leo.
—Sabemos que Jack Torwin es el verdadero nombre de Leo —dije. Comencé, intentando organizar mentalmente los hechos— . Tiene antecedentes desde que era adolescente, pero de adulto ha sido más escurridizo. No tenemos registros de su familia o domicilio actual.
Dylan asintió, mirando fijamente su copa antes de tomar un sorbo.
—Sabemos que estuvo involucrado en actividades criminales desde joven —dijo, mi hermano—. Pero siempre se las arregló para evadir mayores consecuencias. Y ahora, después de todo lo que hizo, sigue siendo un fantasma que se esconde en la ciudad.
Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno perdido en sus pensamientos. Habíamos revisado cada pista, interrogado a cada contacto, pero Jack parecía un maestro en desaparecer.
—Necesitamos encontrar a Jack antes de que él nos encuentre a nosotros —dijo Dylan. Apoyando sus manos en el escritorio—.
Asentí con seriedad. Sabía que cada minuto que pasaba era crucial. No solo por Mia y por la justicia que merecía, sino también porque Pandora seguía siendo una amenaza latente. Teníamos que poner fin a todo esto de una vez por todas.
MIA
Han pasado dos semanas desde que desperté, y aunque he ido recuperando mis fuerzas poco a poco, aún me siento débil y mi movilidad sigue siendo limitada. Hoy, con la ayuda de Vanessa, he conseguido darme un baño. Salgo del baño con una bata blanca, sintiendo el calor reconfortante del agua aún en mi piel. Vanessa me sostiene cuidadosamente mientras me guía hacia la cama.
—Vamos, Mia, despacito —me dice con su voz suave y tranquilizadora—.
Agradezco tanto su paciencia y su cariño. Cada paso duele, pero con ella a mi lado, me siento segura.
Finalmente llegamos a la cama. Vanessa me ayuda a sentarme y empieza a vestirme con una piyama roja. El color me reconforta; me hace sentir un poco más como yo misma. A pesar de todo, dejo escapar algunos quejidos de dolor mientras Vanessa me envuelve con cuidado en la venda que cubre mi abdomen.
—Lo siento, Mia —dice Vanessa, su voz llena de preocupación mientras termina de asegurar la venda—. Sé que duele, pero es necesario.
Asiento con una débil sonrisa, intentando tranquilizarla. Sé que está haciendo lo mejor que puede. La herida de bala todavía duele intensamente, y el recuerdo de haber sido arrojada del puente sigue fresco en mi mente.
—Gracias, Vanessa —logro decir con voz entrecortada—. No sé qué haría sin ti.
Vanessa me sonríe, aunque puedo ver la preocupación en sus ojos.
—Siempre estaré aquí para ti, Mia. Eres mi mejor amiga. Vamos, recuéstate y trata de descansar un poco más.
Obedezco y me recuesto en la cama, sintiendo el alivio de estar en una posición cómoda. La cama se siente como un santuario, un lugar donde puedo dejar de lado el dolor aunque sea por un momento.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...