la interpretación de la imagen en si mismo

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Narciso, obsesivo con su propio halago.
Ingrato, de la médula de sus pies hasta la escama de sus manos.
Sumiso de sus encantos, arrancado desde su nacimiento de los lienzos en vano.

Embelesada toda la gente quedaba, cuando lo encontraba perdido en sus ojos azules mirando su destino aburrido y poco dulce.

Mueve sus pestañas como Dios en Olimpo, su mirada impenetrable como un diamante
En las noches brilla fluorescente en las piedra* pero esquiva su instinto de verse de más en ellas.

Las palmas agrietadas de tanto apretar, el lujo color blanco en sus nudillos resaltaba su necesidad.

Quiere caer desde la cima.

Entre las ruinas de adrenalina que lo sacia.

Del agua que refleja su intocable camuflaje.
Su imagen deleitándose, con su delirante acercania hacia el costado de la vanidez reinante.

Las ninfas recorren debajo de él, en un todo de desesperación, abren un espacio de aura que lo intensifican como un rey.

Eros golpea con fuerza su corazón y lo contiene, su cupido hechizado por su propio yo, afloja sus extremidades y debilita su mente.

« La violencia me ha conmovido » ha gritado en su último suspiro.

Se lo ha tragado el egocentrismo y en algún lugar de la tierra lo ha escupido.
Fuerza su intensidad en una fuerza de mil tornados, dónde de las olas muere una sirena, convertida en una espuma de mar.

« El rechazo me ha destrozado. Desgarró mi alma la risa estruendosa de su ser hablando. Espere compasión y no la hallé, busqué contención, y me negué. »

Lo último que pronuncia la ninfa, antes de caer sin vida por deshonra y maldición, a su servidor, Zeus, señor.

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