Prólogo

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-Esa es mi canción.

Grita Dazai ante las primeras notas de una canción, y salta de su lado, como un resorte para ir directo al centro del karaoke. Pareciera que los murmullos se mitigan. Que la música fluye en su cuerpo y en las caderas de Dazai. El aliento se le corta en medio de una bocanada ardiente y pesada. Las luces iluminan a su superior como si fuera un sueño de mariposa. Una ilusión que se fuera a romper pero se mantiene.

Y Dazai baila. Baila, mientras Kunikida da todo de sí y canta. Canta, demostrando que tiene una cualidad bastante curiosa, pero a Atsushi ni siquiera puede decir que lo escucha nítidamente. Toda su atención se detiene en el castaño que brinca y corea la canción con ahínco.

No puede evitarlo. Durante un momento para él solo existe eso. Las luces rosas, verdes, azules, naranjas, contra la piel morena del otro, contra sus mejillas sonrientes y sus ojos cerrados. Su cabello alborotado siguiendo el ritmo de la epifanía. La canción sigue, la música mantiene un ritmo casi frenético. O tal vez sea su corazón el único frenético. Desembocado.

-Te lo estás comiendo con la mirada, Atsushi- dice, junto a él, Yosano.

"Te lo estás comiendo con la mirada". Es una afirmación peligrosa que le cuesta codificar. Su cerebro piensa en colores y movimientos. Las palabras de Yosano son una lengua extraña. Hasta que es capaz de entenderlas se sobresalta, y su corazón se detiene y mira a su mentor con un enfoque crítico. Peligroso. Si Yosano se dio cuenta ¿qué le asegura que su mentor no lo haya hecho? La inseguridad lo invade, ¿acaso fue tan obvio? Sus mejillas se llenan de vergüenza y está apunto de negar con todas sus fuerzas aquella oración cuando se voltea a la doctora y la descubre dormida a su lado. Es más después de girarse hacia ella su cabeza cae en su hombro como si esa fuera la única razón por la cual le hablo.

Entonces se da cuenta que todos a su alrededor están demasiado ebrios como para prestarle atención. Incluso Kunikida, que canta en un idioma extranjero el cual desconocía que hablaba, o Ranpo que abraza con todas sus fuerzas una botella de baileys. Ni hablar de Haruno y Tanizaki que desde hace un buen rato simplemente aplauden estando uno a lado del otro.

Nadie recordará ese momento después.

Nadie más que él podrá afirmar que vio a Dazai saltando al ritmo de una canción californiana con los ojos cerrados y el cabello revuelto. Sin concederle una mirada que le aleje y lo ponga en su lugar, fingiendo que no se da cuenta y bailando. Casi como si quisiera que lo siguiese mirando hasta el final de la canción. La ignorancia es el única puerta que tiene para observar tan descaradamente a Dazai. Es vergonzoso. Incluso malvado, si se pone a analizarlo a profundidad.

Se vuelve a girar hacia la pista, la canción ha terminado, todos le aplauden al rubio que después de cantar parece retornar a un pequeño grado de sobriedad para decirles que mañana deben presentarse temprano a trabajar. Hay una queja general de la que no participa. El pecho de Dazai brinca desesperado. Y es entonces que a través de la media penumbra que hay en la habitación puede ver una mirada ardiente. Sus ojos caobas que lo miran.

•••

-No sabía que hablara inglés, Kunikida-san- dice por la mañana.

El humor es pesado, todos a su alrededor están sumergidos en la bruma insostenible de la embriaguez pasada. Se siente en el ambiente. Incluso Kunikida parece devastado por aquel mal que los une. El rubio lo mira a través de sus lentes, enfurruñado y cansado.

-No lo hablo- le contesta un poco huraño.

Sacándole un sonrojo de vergüenza ante su indiscreción.

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