Capitulo 4

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Ser empujado a la plataforma desde un vagón completamente lleno que acaba de llegar a una estación fue el detonante para que la mente de Yokozawa comprendiera que una nueva semana estaba comenzando y, al mirar el mar de gente que se apresuraba para llegar a sus respectivas oficinas - todos usando los mismos trajes - Yokozawa se mezcló entre la multitud.

Los lunes por la mañana siempre le parecían deprimentes. No era que a Yokozawa no le agradara lo que hacía ni nada por el estilo, pero tener dos días libres realmente le complicaba volver al trabajo. Y además, para colmo de males, el inicio de la semana solía traer juntas, lo cual le daba aún más flojera. En ellas todos debían compartir su información e intercambiar opiniones, pero para nuestro impaciente personaje solo era una patada en el trasero. No todos trabajaban con la misma motivación, por lo cual cada quien avanzaba según su ritmo. A veces podían ponerse al corriente y cooperar para alcanzar el objetivo, pero otras se las arreglaban para estorbarse. Estos episodios molestaban tremendamente a Yokozawa, quien pensaba que, a la larga, le beneficiaría más invertir el tiempo visitando una o dos librerías que en las mencionadas reuniones. No obstante, creía que Marukawa Shoten era una compañía con un número considerable de pensadores independientes. Si no lo fuera, una persona tan desconsiderada como lo era él habría sido despedida desde hace un buen rato.

Con el tiempo, Yokozawa aprendió a verse a sí mismo desde un punto de vista objetivo. Mientras sus mayores aún podrían creer que era un tanto inexperto, él se sentía con la suficiente experiencia para desempeñar sus labores, tanto así, que su yo adolescente tal vez no se habría imaginado que sería capaz de regalar la “sonrisa de las ventas” de la manera en que lo hacía cotidianamente.

Yokozawa compró algo para desayunar en un mini súper y miró la tan familiar colina que pasaba cada día. Rebasó un grupo de mujeres que caminaban lentamente y entró al edificio principal a través de las puertas automáticas. Ahí, dos mujeres perfectamente maquilladas y sin ningún cabello fuera de lugar estaban sentadas sonriendo en el escritorio de la recepción, donde daban la bienvenida a los empleados e invitados que ingresaban. Sin embargo, parecía que sus sonrisas ocultaban algo aquel día.

“Ah, ¡Yokozawa - san! ¡Buenos días! - ¡Buenos días!”

Las recepcionistas continuaban observándolo como si quisieran decirle algo y Yokozawa les devolvió la mirada suspicazmente. Tenía el extraño presentimiento de que, recientemente, alguien se había reído por lo bajo de él, pero no podía recordar dónde.

“Buenos días… ¿acaso tengo algo en mi cara?” no pudo evitar preguntarse de donde vino el “¡ah!” que escuchó. En cuanto la curiosidad lo obligó a preguntarles por qué reían, las mujeres intentaron calmarlo sonriendo como de costumbre.

“¡N - no! ¡No tiene nada!”

“¿?”

Cuando sintió la extraña sensación de tener pequeños huesos de pescado atorados en la garganta, se dijo que no valía la pena presionarlas y dejó atrás la recepción sin hacer más preguntas. Poco tiempo después, al detenerse detrás de unos editores que esperaban el elevador, sacó su celular y, mientras llegaba, revisó los mensajes de texto que acababa de recibir. En ese instante la conversación de sus compañeros llegó a sus oídos.

“Dios, de verdad no puedo olvidar la foto que Kirishima - san nos enseñó.”

“¡Realmente me sorprendió! Estaba exhausto por el tiempo extra, ¡pero en cuanto la vi desperté!”

“Era como ver la sorprendente verdadera identidad de Yokozawa - san, ¿no crees?”

Al principio Yokozawa no prestó mayor interés a la plática pensando que se trataban de un montón de chismes, pero frunció el cejo en cuanto su propio nombre entró a colación. No había oído mal. Ellos acababan de acababan de mencionar una foto. Trató de forzar su memoria para recordar las que Kirishima tenía de él y solo pudo recordar las fotos, las que Kirishima le había tomado aquella noche y que posteriormente había usado para chantajearlo. Si bien era difícil que Kirishima se las mostrara a alguien sin ningún motivo, era un asunto que no podía dejar pasar.

Yokozawa Takafumi no BaaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora