Capitulo 6

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Bajo el cuidado de los Zen, Sorata se recuperó de tal manera que no era posible reconocerlo. Al principio, Yokozawa temía que su mascota se pusiera nerviosa por estar en una casa ajena, pero rápidamente entró en confianza con Kirishima y Hiyori. Y aunque era bueno que Sorata tuviera toda la atención que quería en cualquier momento, se volvió más dependiente de lo que era cuando era un gatito.

Si bien se arrepentía con todo su ser de involucrar a Kirishima en todo el jaleo por culpa de sus precipitadas conclusiones, le era imposible no sentirse aliviado porque, al final, Sorata no tenía nada grave. Y si hubiera sido tarde... lo más seguro es que no tuviera fuerzas para recuperarse. Tal vez Sorata se sentía solo, después de todo, tanto a los animales como a los humanos no les gusta estar sin compañía. Al verlo jugar con Hiyori como si nada hubiera pasado, Yokozawa se arrepentía profundamente de todos los días en que había llegado tarde a casa. Aún así, no capaz de reducir su carga de trabajo y hacía lo que podía para llegar temprano e irse rápido, aunque solo fuera por diez minutos.

- De todas formas, aquí las mañanas empiezan muy temprano.

En una casa donde había niños, era común que sus habitantes se levantaran temprano. A Hiyori le gustaba entrar de repente a la habitación donde Yokozawa dormía y colgarse de su pecho antes de que el despertador se apagara. No obstante los daños recibidos en aquella parte de su cuerpo, era Hiyori y difícilmente podía enojarse con ella, por lo cual su única opción era levantarse sin chistar. Pese a que, al principio, quedarse en el departamento de Kirishima con Sorata había sido una concesión que tomó en contra de su voluntad, una semana después se encontró acostumbrándose a una nueva vida. En el baño, junto a un cepillo de dientes para niños, había uno azul que Hiyori escogió para él. Después de lavar su rostro Yokozawa pasó a la sala, donde Hiyori se abalanzó sobre él sosteniendo un cepillo en su mano.

- ¡Oniichan! ¡Cepíllame el cabello!

- ¿Cómo lo quieres hoy?

- Hmm... hoy tenemos educación física, ¡está bien una colita! Oh, ¡y también quiero usar esto!

En la palma de su mano Hiyori tenía la banda para el cabello que Yokozawa le compró. Parecía que le gustaba y le había estado pidiendo que se la pusiera todos los días.

- Está bien, siéntate.

Yokozawa empezó a ayudar a Hiyori con su cabello cuando, un día, estaba leyendo una revista e insistía en tener un lindo corte de cabello como sus amigas. Aparentemente, había tratado de hacerlo por sí misma si su abuela no estaba para ayudarla, pero los resultados no fueron los esperados. Por su parte, él era talentoso en operaciones delicadas y no le resultaba difícil peinar a Hiyori como quería. Desde entonces, era el encargado de arreglarla casi todos los días. En una ocasión Hiyori estuvo muy impresionada, pues le hizo una trenza especialmente complicada que fue la envidia de todas sus amigas de la escuela.

- A simple vista, uno no podría adivinar lo bien que se te da.

Kirishima miraba fascinado cómo Yokozawa arreglaba el cabello de Hiyori mientas Sorata, el otro huésped, se acurrucaba en su regazo.

- Pasa que eres un incompetente. Al menos aprende a peinar el cabello de tu propia hija, con un demonio.

- ¡Oye! No puedo evitarlo. Las veces en que lo he intentado, termina viéndose horrible

- No vengas con pretextos. Si puedes escribir un manga, no deberías tener problemas con aprender cómo arreglar el cabello con un poco de práctica. Hiyo, ¿no está muy apretada?

- ¡Nop! ¡Está bien!

Terminó atando la cola de caballo con la banda.

- Bien, listo. Ve a asomarte en el espejo.

Yokozawa Takafumi no BaaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora