Serendipia

Capítulo 3

Sube el cierre del sujetador sintiendo cómo este comprime su torso con fuerza. La prenda se ha convertido en una necesidad crucial, ya que su pecho se ha vuelto sorprendentemente sensible. Sumado al tamaño. Examina su perfil en el espejo del baño. Una mano se desliza sobre su torso, plano gracias al sujetador. Un suave suspiro escapa de sus labios. No sabe cómo enfrentará el inevitable crecimiento que se avecina, cuando ya le resulta difícil ocultar los pequeños cambios hasta ahora.

Lo mismo sucede con su abdomen.

Desliza la mano sobre las vendas que envuelven esta zona, cada vez más indispensables. Acaba de iniciar el quinto mes y el cambio ha sido más significativo del esperado. A pesar de haber presenciado pocos embarazos a lo largo de su vida, nunca imaginó que su vientre se notaría tanto antes de los seis meses. 

Un nuevo suspiro se le escapa.

A través del espejo, observa a Katsuki duchándose en la bañera, completamente ajeno al peligro que les acecha. Quizás acostumbrado al dolor que puede traer ese peligro. A diferencia de él, Katsuki ya ha enfrentado situaciones similares: persecución, separación, encierro. Incluso ha desafiado a la muerte en cada batalla a la que ha sido forzado a enfrentarse. Duda que haya algo que le asuste.

Una suave sonrisa se dibuja en sus labios.

Él siente miedo, pero Katsuki no. Y esa certeza le brinda un atisbo de seguridad sobre el futuro.

—¿Vas a tardar? 

El alfa lo mira por el espejo, se levanta, sacude su cuerpo del agua y toma una toalla con la que se seca bruscamente. Izuku suelta una risita, una de esas pocas que solo Katsuki es capaz de sacarle en esos días. Se acerca, instándolo a sentarse al borde de la bañera, y toma la toalla para secarlo él mismo; no importa que tanto le haya enseñado, el alfa parece no comprender que no basta con solo frotarse apenas.

Katsuki aprovecha esa cercanía para inspeccionar la nueva prenda que trae puesta. Izuku se retuerce, sintiendo cosquillas cuando sus dedos exploran el borde del sujetador, abriéndose paso entre la tela y su piel. Katsuki lleva el rostro hacia su pecho, olfateando ligeramente. Izuku suaviza el toque de la toalla, casi acariciándolo. El alfa se acerca más, recostándose en él. Las manos continúan explorando la prenda, tanto por encima como por debajo. 

Aunque en otro momento el ambiente podría prestarse para dejar fluir sus instintos, esta no es la ocasión. Como si percibiera el malestar que sus pensamientos le causan, Katsuki ha mantenido bajo control su instinto y, con ello, cualquier acercamiento de índole sexual.

No existe deseo alguno que surja en Izuku cuando su vida y todos los planes que tenía para ella pueden venirse abajo en solo segundos.

...

Por un lado, Izuku agradece no haber padecido de náuseas los primeros meses y que estas hayan podido delatar su estado. Por otro, no sabe si las hubiera preferido en lugar de los antojos repentinos que tiene ahora y resultan casi incontrolables. Un simple comercial en televisión puede desencadenar un hambre voraz que solo se satisface consumiendo el alimento deseado. Su madre ha sido la primera en notar este cambio, lanzando comentarios inocentes que sugieren una posible razón, una que es una realidad. El temor a ser descubierto se convierte en un peso que cae como plomo en su interior, aumentando su ansiedad y, paradójicamente, su deseo por ciertos alimentos. Izuku hace acopio de toda su fuerza de voluntad para no flaquear bajo el ojo vigilante de los miembros de su familia. Sin embargo, por las noches, cuando el sueño se desvanece y el hambre surge rabioso, le resulta casi imposible continuar controlándose y cede.

Observa la hora en el reloj al lado de su cama. Dos de la mañana. Da vueltas entre las mantas, terminando boca arriba. Este será uno de esos días en que su hambre prevalece sobre el temor al descubrimiento. Apenas pone un pie en la alfombra, Katsuki se alza de su propio lugar, tan despierto como si nunca hubiera dormido. Rápidamente, se acerca para sujetarlo, tratando de volverlo a acostar.