12 | Fisura (2ª parte)

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Me costó varios minutos procesar que había retrocedido en el tiempo

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Me costó varios minutos procesar que había retrocedido en el tiempo. Porque era eso lo que había hecho, ¿verdad?

Joder; ¿en serio?

Dos meses atrás. Madre mía; dos meses...

Y, ¡en Busan!

Por aquellas fechas había estado recluido en casa de mis padres, en Daegu, estudiando para el examen de acceso al hospital y no me había movido de allí. Sin embargo, tenía vagas sensaciones en torno a una casa cerca de la costa que no era capaz de asociar con nada coherente, las frases de esas conversaciones que no recordaba haber vivido y las imágenes de mi sueño.

Tortitas. Harina. Un coche.

¿Qué rayos me ocurría?

Necesitaba respuestas así que me di la vuelta y salí a la calle, con la intención de volver a la estación y de remover todo lo que tuviera que remover hasta que las encontrara. No obstante, no llegué a alejarme ni dos pasos del bar; el estado en el que había visto a Jimin no me dejó.

Sus sollozos ahogados me calaron en lo más profundo del corazón y me lastimaron más que mil espinas enterradas en la piel. Para mí él era una radiante estrella a la que le habían robado el brillo. Alguien derrumbado y frágil pero al mismo tiempo hermoso y lleno de candor que, por lo que sabía de las sesiones, había sufrido demasiadas desilusiones y desprecios. 

Se merecía ser feliz. Que alguien le amara. Que le valorara como debía ser. Y yo...

Yo...

Yo ya no tenía por qué mantener la distancia ni disimular lo que sentía. Ahora no era su médico.

—Una mala noche, ¿no? —Me faltó tiempo para sentarme a su lado, en el primer taburete que encontré—. El alcohol ahoga las penas pero no es bueno beber solo.

No contestó. Ni siquiera levantó la cabeza del vaso. Parecía extasiado en el movimiento del líquido blanco al mecerse en el recipiente de cristal.  

—El mundo es un asco, no te lo voy a negar —proseguí, con los codos en la barra—. A veces las desgracias parecen perseguirnos hasta que creemos que no podemos más pero esa sensación se suele diluir un poco si la compartimos con otro.

—Ya... —Su susurro, quedo y entrecortado, apenas se escuchó—. La cosas es que... No tengo a nadie con quien compartir nada...

—Me ofrezco voluntario.

Su mirada se apartó de su objeto de análisis, extrañada. Mi comentario, dicho así por las buenas, le había sorprendido. Normal; ni yo mismo me terminaba de creer aún lo que estaba haciendo.

—¿Y por qué querrías?

Porque me había enamorado de él en el hospital. Porque quería cuidarle y darle lo que el resto del mundo no le había dado. Porque deseaba que estuviera bien.

BUTTERFLY 《YoonMin》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora