9 | No quiero que repitas el bucle

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A pesar de la euforia inicial y de que todo parecía un lienzo en blanco en donde podía, en principio, pintar cualquier escenario, preferí no darme por vencedor y mantener las precauciones

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A pesar de la euforia inicial y de que todo parecía un lienzo en blanco en donde podía, en principio, pintar cualquier escenario, preferí no darme por vencedor y mantener las precauciones.

Como Yoon Gi estaba inmerso en su proyecto de fin carrera y podía  trabajar por su cuenta, sin salir ni asistir a la Universidad, decidimos ampliar la estancia en el hotel y organizamos una rutina más o menos segura para cuidarnos y ver si se nos permitía seguir avanzando.

Nos levantábamos tarde. Desayunábamos en la habitación, íbamos a la playa y, a la vuelta, comíamos en el restaurante del hospedaje. Por la tarde dábamos un paseo, a veces por la misma costa y otras por las áreas de recreo del complejo, y por las noches nos entregábamos el uno a los brazos del otro. Después Yoon Gi solía arroparse con las sábanas y se dedicaba a leer artículos para su trabajo.

Era entonces cuando me ponía a dibujar. A veces trataba de reproducir el paisaje marino que nos rodeaba y la fachada del hotel. Otras me ponía a trazar escenarios de bucles pasados, como la cafetería, la tienda de pinturas o el escaparate del local que había dentro de la estación. Sin embargo, los lugares se me hacían cada vez más confusos, como si hubieran sido parte de un sueño que se alejaba. Al final desistía y terminaba retratando a Yoon Gi.

Lo pinté de mil maneras. Riendo y serio. Despierto y dormido. Estudiando, vagueando e incluso mirando con fascinación sus propios retratos porque prácticamente le hice una colección entera. Y así, pasaron dos semanas, felices como en un cuento de hadas, hasta que llegó el momento que yo más temía: regresar a la vida real.

—Mañana es el cumpleaños de mi madre. —Yoon Gi, acostado en la cama, echó un vistazo al calendario del móvil y sus pupilas marrones buscaron las mías—. Tengo que ir a verla.

Levanté el lápiz del esbozo del restaurante que estaba tratando de reproducir y asentí, con una sonrisa fingida. Ese destino que según era incambiable me seguía dando pavor pero, por supuesto, él no podía sentirlo del mismo modo que yo porque no lo había experimentado. Bastante había hecho ya con tomarme en serio y acceder a permanecer resguardado tantos días.

—Es un buen momento para volver a la normalidad. —Disimulé la desazón—. No podemos estar recluidos para siempre y, además, me apetece saludar a mi suegra.

Se echó a reír, se incorporó y, en un segundo, estaba sentado en el borde del colchón y me rodeaba con los brazos.

—Le encantará verte —dijo—. Siempre le has caído muy bien.

—A mí ella también.

Me permití apoyar la cabeza en su hombro, me encogí y busqué refugio en la calidez de su pecho. Era inevitable que la calle me recordara los atropellos. Necesitaba recuperar la calma.

—No te preocupes, Jimin. —Mi novio me leyó el pensamiento—. Estaremos bien.

—Eso espero.

—Claro que sí. —Sonó optimista—. Hemos introducido variaciones sin parar. Nos merecemos que salga bien.

BUTTERFLY 《YoonMin》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora