Stolas se encontraba en su habitación de aquel gran palacio, observando su reflejo en el espejo de cuerpo entero que dominaba una de las paredes. La sala, decorada con lujo y opulencia, parecía una jaula dorada. Su figura esbelta y elegante era el resultado de años de restricciones estrictas y regímenes impuestos por su padre, el imponente rey de los Ars Goetia, Paimon.De repente, uno de los tantos pequeños mayordomos nuevos que yacían en el palacio, uno de apariencia seria y porte impecable, entró en la habitación con un pequeño espejo de mano, intrincadamente adornado. Se detuvo frente a Stolas y, con una reverencia, extendió el espejo hacia él.
"Su Alteza," dijo el mayordomo en tono respetuoso pero firme, "su padre desea hablar con usted."
Stolas tomó el espejo con una mezcla de resignación y temor. Al mirarse en él, la imagen de su padre, Paimon, apareció con su imponente figura y mirada severa.
"¡Stolas!", llamó Paimon desde aquel espejo. Su voz resonaba autoritaria e implacable. "Espero que no hayas olvidado la importancia de mantener la dignidad y el porte de nuestra familia. Me comentaron que los ojos de toda la nobleza están sobre ti, y no puedo permitir que falles en representar a nuestra línea con perfección absoluta. Tu apariencia y comportamiento deben ser impecables. No puedo permitir ningún error."
Stolas suspiró, sus hombros hundiéndose bajo el peso de la presión constante. Desde que se separó de Blitzo, aquel imp que consideró su único amigo verdadero, su vida se había convertido en una rutina opresiva de normas y expectativas. La comida, que alguna vez había sido una fuente de placer, se había convertido en un campo de batalla. Cada bocado era medido.
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Más tarde, en el comedor del palacio, se encontró frente a un plato de medio ratón blanco que parecía más un castigo que una comida. Stella, su prometida, se sentó frente a él, examinándolo con frialdad. Su hermano, Andrealphus, estaba a su lado, sus ojos brillando con una mezcla de burla y desaprobación.
"Stolas, querido," dijo Stella con una voz gélida, "debes mantener tu figura. No queremos que te descuides antes de la boda. ¿Verdad, Andrealphus?"
"Por supuesto," respondió Andrealphus con una sonrisa maliciosa. "Un príncipe debe ser un ejemplo de perfección."
Cada palabra de ellos era un dardo venenoso que se clavaba en su autoestima. Stolas apenas tocó aquel ratón con el tenedor, su apetito habia desaparecido.
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Esa noche, mientras se miraba una vez más en el espejo, Stolas se preguntó si alguna vez podría escapar de las cadenas invisibles que lo ataban. La imagen que veía no era la de un príncipe orgulloso, sino la de un joven atrapado en un ciclo de autocrítica y desaprobación.
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El aire en aquella gran habitación se volvió denso y cargado de tensión tras el repentino estallido de Blitz. Stolas se estremeció bajo la intensa mirada del imp, sintiendo cómo la vergüenza y la vulnerabilidad se apoderaban de él. La figura esquelética de Stolas destacaba aún más bajo la luz cruda que revelaba los huesos prominentes de sus pómulos y la delicada estructura de sus manos temblorosas. Las palabras que necesitaba decir se atoraban en su garganta, pero sabía que debía intentar calmar un poco esa escena.
"Blitz, yo... lo siento", dijo Stolas, su voz fue un susurro quebrado, apenas audible desde su delgada figura que temblaba visiblemente.
Blitz se enderezó sobre el colchón, aún asimilando la delicada y demacrada figura frente a él. La rabia en sus ojos se mezclaba con una preocupación que luchaba por ocultar.

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cicatrices
Fanfictionㅤ Stolas invita a Blitz a su mansión, esperando reconectar después de su distanciamiento. Sin embargo, la reunión se torna incómoda cuando Blitz muestra sorpresa y disgusto por el deterioro físico de Stolas, desencadenando una confrontación emociona...