CAPÍTULO 12

1.3K 78 2
                                    

MARTIN

La vida en Madrid estaba resultando mejor de lo que me esperaba, aunque también más estresante. Llevaba seis meses viviendo en la capital y la carrera de Arte Escénicas me encantaba. Disfrutaba en cada una de las clases. Bueno, siendo sincero, en todas menos en Fundamentos de la Interpretación...

En estos meses había conocido gente increíble, a los que ahora consideraba buenos amigos. Formamos un grupo bastante majo. Por un lado, estaba Paul, estudiaba Producción y era mi compañero de piso. Por otro, estaba Violeta, compañera de clase. Además, mantenía una muy buena relación con Ruslana y Chiara desde que volvimos de Malta. Ambas mantenían una relación desde entonces, la pelirroja no paró hasta conseguir una cita con la morena al volver de Malta.

Los cuatro congeniaron muy bien desde el primer día, teniéndome a mí como nexo de unión. Pasamos muchas noches en nuestro piso, cenando, viendo películas y jugando. Otras noches terminábamos viendo el amanecer volviendo a casa después de cerrar alguna de las discotecas de la ciudad.

Realmente fueron un gran apoyo para mí durante esos primeros meses. Me sentía arropado y querido pese a los kilómetros que me separaban de mi familia.

Una de esas noches, mientras disfrutábamos de una sesión de baile en la pista, me pareció ver la espalda de alguien conocido en la barra. Llevaba un par de copas encima, pero no era suficiente alcohol como para ver alucinaciones. Me quedé quieto en el momento en el que se giró ligeramente y reconocí su perfil. ¿Qué probabilidad había de coincidir en la misma discoteca un mes después de haber salido huyendo de su cama? Pues al parecer, una probabilidad muy alta, porque ahí estaba Juanjo, tan guapo como le recordaba, llamando la atención de toda la discoteca como en Malta.

Seguí observándole aprovechando la protección que me ofrecían las personas que bailaban a mi alrededor, hasta que vi como una chica bajita y rubia se acercaba a él, pasando su mano por la espalda del maño. El respondió acariciando su mejilla y tendiéndole la copa que acababa de pedir, confirmando que se ambos se conocían y compartían cierta complicidad. No quise ver más, y alegando que estaba cansado me excusé con mis amigos y salí de la discoteca, rezando por no cruzarme con él de camino a la salida.

Llegué a casa, me tumbé en mi cama bocabajo y empecé a llorar, igual que había hecho cuando tras escribir esa nota, salí de su apartamento pensando en que no volvería a verle. Las tres semanas en Malta con él habían sido un sueño y esa última noche fue la mejor de mi vida, pero no me sentía con fuerzas de empezar una relación con nadie. Si seguía viendo a Juanjo al volver a Madrid no iba a poder evitar enamorarme de él, si no lo estaba ya, y no estaba preparado para afrontar esos sentimientos. No con lo de Cris tan reciente.

Salvo esa noche, no volví a coincidir con Juanjo durante los primeros meses, aunque eso no hizo que no pensara en él prácticamente a diario.

Durante ese tiempo regresé a Getxo algún puente y para las vacaciones de Navidad. Esos quince días me sirvieron para recargar pilas, tocar tierra y volver a Madrid con más ganas, si cabe.

Uno de esos días, cuando paseaba por el Puerto Viejo de Getxo con Arrate, me crucé con Cris. No habíamos vuelto a hablar desde que lo dejamos. Cuando volví de Malta, le escribí un WhatsApp para que él supiera que estaba en casa y saber si estaba bien, pero nunca obtuve respuesta. Por eso al verle me quedé congelado, sin saber cómo reaccionar. Cuando él se dio cuenta de mi presencia, se acercó a mí y tras darme dos besos, me dijo:

- Martin, ¿cómo estás? Cuánto tiempo...

- Si, ha pasado tiempo desde la última vez...

- ¿Qué tal? ¿Cómo va tu vida en Madrid?

- Pues la verdad es que muy bien, ¿y tú? ¿Qué tal te va todo?

En el momento exactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora