II. 𝘉𝘶𝘳𝘯𝘪𝘯𝘨

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Jungkook había sido para mí como la gravedad. En el sentido de que desde siempre había estado implícito. Existiendo alrededor de mi existencia. Pero no fue hasta la secundaria, donde por tres años fuimos compañeros de banca, que lo conocí. Quedamos encantados con el otro al instante, como haber encontrado un alma gemela. Y no, la expresión no venía de que fuéramos similares. Nos gustaban cosas distintas y nuestros sueños eran distintos, pero era natural la alegría con la que aceptábamos y cedíamos a comprender y formar parte de todo del otro.


Así, desde los doce a los dieciocho, conocí muchas versiones de mi mejor amigo. Conocí y amé a cada una. Pero la que fue mi primer amor, fue la del Jungkook de dieciséis años. El que se atrevió a soñar por primera vez con ir a la gran Seúl para estudiar y volverse un maestro de primaria. Ese que había dejado atrás los años de timidez y torpeza, y se convirtió en un chico audaz y genuino. Ese Jungkook me enamoró. Fue ese Jungkook el que se enamoró también de mi.


En mis memorias nos recuerdo conviviendo con los comportamientos usuales de los tórtolos que aparentan discreción, aún si para los demás es evidente lo que ocultan. En esos años los padres de Kook veían con buenos ojos nuestra "amistad". Todos pronosticaban que mientras el hijo menor de los Jeon estaba destinado a convertirse en un hermoso y delicado omega, yo, único hijo de los Kim, sería un alfa fuerte y protector. Ambas familias nos veían como una pareja aceptable y una futura unión conveniente. Había que esperar solo a que cumpliéramos la mayoría de edad, que sería cuando nuestros lobos se presentarían. Y si bien se esperaba que hasta entonces nos mantuviéramos en los límites de la amistad y lo platónico, nuestros besos y caricias sugerentes iniciaron tan pronto confesamos nuestra adoración por el otro.


Como dije, me enamoré del Jungkook de dieciséis, el de diecisiete fue dueño de todos mis pensamientos o deseos de lujuria y cariño, y el de dieciocho fue al que amé y por quien hubiera sacrificado todo cuanto era o tenía. Por eso es que cuando el tiempo de ir a la universidad llegó, fue el paso más consecuente y obvio para mi, el de acompañarlo en esa nueva etapa. 


Yo siempre pertenecí al campo. Aceptaba contento mi destino de hacerme cargo de la granja de mi familia y hubiera de inmediato tomado el mando una vez acabada la secundaria. Pero mi necesidad por permanecer cerca de Jungkook, me hicieron persistente en convencer a mi familia de que estaría más preparado si estudiaba ciencias y ecología agrícolas antes de dirigir la granja.


Cuando nos mudamos comprobé que realmente detestaba el ambiente citadino y que aunque la universidad me resultara interesante y útil, la gente era poco agradable. Nunca faltaban las burlas por mi aspecto o mi acento, lo que fuera que delatara que venía de campo. Pero todos los males de la ciudad quedaban en el olvido al final del día cuando veía la sonrisa de mi compañero de departamento. No lo sabía en ese entonces, pero aquellos primeros meses fueron el paraíso. Una dulce ilusión que solo hizo que el despertar fuera mucho más amargo y cruel. "¿Por qué no morí antes de que los días sombríos llegaran? ¿Hubo una razón para que el tiempo siguiera luego de esos meses? ¿Dónde comenzó el principio del fin de mi mundo?"

𝘍𝘳𝘪𝘦(𝓮𝓷𝓭)𝘴. TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora