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Bad se levantó con pesar de la cama mientras llevaba una mano a su cabeza, aturdido. Volteó ligeramente, encontrándose con el pequeño cuerpo de su hijo, quien dormía plácidamente mientras abrazaba una almohada con fuerza.

Observó atentamente los ligeros golpes y rasguños que cubrían su pequeño cuerpo, producto de la explosión nuclear en Egg Island.

Suspiró, ya habían pasado unos días desde que aquello aconteció.

Aún recordaba lo desesperante que había sido tratar de correr hacia el barco, sin éxito. Cómo había tratado de salvar a los demás niños, sin éxito. Como había hecho todo lo posible para que su hijo pudiera llegar sano y salvo, sin éxito. Y como había tenido que usar sus propias alas para protegerlos a ambos, recibiendo la mayor parte del daño y de la radiación sobre su cuerpo.

Sin hacer mucho ruido, se levantó, caminando hacia el pequeño agujero con agua que estaba a un lado del gran árbol de la habitación. Tomó un poco de líquido entre sus manos y mojó su rostro, intentando despabilarse.

Miró hacia el reloj que estaba a un lado de la cama, apenas eran las 3:00 a.m. Otra noche más en la que no podría conciliar el sueño.

Desganado, decidió salir de la habitación y dar una caminata por los pasillos de su gran base.

Los sucesos ocurridos en Egg Island aún rondaban por su mente. Cada una de las catástrofes que tuvo que hacer y presenciar se repetían una y otra vez, atormentándolo.

Agradecía que la federación había logrado traer de vuelta a los niños casi sanos y salvos, quienes ahora descansaban en un hospital improvisado que se había construido especialmente para ellos.

Sabía que estarían bien, eran niños fuertes, mitad dragones, después de todo.

Pero, ¿qué tal si nunca los hubieran encontrado? ¿Estarían vivos? ¿Ese extraño ser de un ojo les habría hecho algo?

Los recuerdos del terremoto golpearon su mente.

Pudo haber hecho más, si el pánico no lo hubiese consumido en ese momento estaba seguro de que podría haberlos salvado.

Si tan solo no fuera tan débil...

Saliendo de sus pensamientos, levantó la mirada, encontrándose frente a la sala del trono que había construido antes de ser secuestrados. Observó con detenimiento cada uno de los detalles puestos en aquel asiento, así como en el diseño de fondo que simulaba unas alas.

Alas.

Bajó la mirada. Sus brazos rodearon su propio cuerpo, abrazándose a sí mismo. Un ligero estremecimiento recorrió su espalda, combinado con un leve picor causado por los restos químicos ahora integrados en la herida provocada por los Soul Vultures.

Sintió su cuerpo temblar. Las heridas en su cuerpo comenzaron a tornarse de un azul intenso mientras ardían, las venas en su cuerpo se tensaron. Sintió un choque eléctrico comenzar desde su espalda herida y terminando en su ojo derecho, ahora azul.

Soltándose, levantó la mirada de nuevo. Observando todo con ahora una expresión confusa.

— ¿En dónde estoy?

Volteó a su alrededor.

— ¿Qué es este lugar?

Alejándose del gran trono, comenzó a caminar por el resto de la sala.

— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí?

Llamó, sin respuesta alguna.

— Qué lugar tan extraño y enorme. Me gusta.

Último adiós (CHICOMAXO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora