Capítulo 2: La primera lección.

7 1 1
                                    

Elena llegó a la casa del profesor Mario una tarde lluviosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elena llegó a la casa del profesor Mario una tarde lluviosa. Nerviosa, tocó el timbre y esperó.

—¡Adelante, Elena! —dijo Mario con una sonrisa, abriendo la puerta—. Pasa, pasa. Ponte cómoda.

Elena se acomodó en la mesa del comedor, sacando su cuaderno y su libro de matemáticas. Mario se sentó frente a ella, observándola con una mirada que la incomodaba un poco.

—No creo que esto sea buena idea, profesor —dijo Elena mientras se apartaba ligeramente de él.

—No te preocupes, Elena —respondió Mario, su tono suave pero firme—. Solo quiero ayudarte a mejorar en matemáticas. Confía en mí.

Mario comenzó a explicar algunos problemas, pero su proximidad y la manera en que la observaba hacían que Elena se sintiera incómoda.

—Eres una chica muy inteligente, Elena. Estoy seguro de que con mi ayuda, pronto serás la mejor en matemáticas también —dijo Mario, inclinándose más cerca de ella de lo necesario.

Elena apartó la mirada y asintió, deseando que la clase terminara pronto. De repente, su teléfono vibró con una llamada. Vio que era Oliver y aprovechó el momento en que Mario fue a buscar agua para contestar.

—¡Oliver! —susurró Elena—. No puedo hablar mucho, estoy en la casa del profesor Mario.

—¿En su casa? —dijo Oliver con un tono que mezclaba sorpresa y preocupación—. ¿Estás segura de que eso es buena idea? Este tipo no me da buena espina.

—Lo sé, pero necesito mejorar en matemáticas —dijo Elena, mirando hacia la cocina para asegurarse de que Mario no volviera.

—Bueno, si necesitas algo, ya sabes que puedes llamarme, ¿verdad? —dijo Oliver con un tono protector, que a la vez escondía una pizca de ironía—. Solo quiero asegurarme de que estés bien.

—Gracias, Oliver. Hablamos luego —dijo Elena, colgando justo cuando Mario regresaba.

—¿Todo bien? —preguntó Mario, mirando su teléfono.

—Sí, solo una llamada rápida —respondió Elena, intentando sonar casual.

La clase continuó, pero los comentarios de Mario se volvieron cada vez más personales y fuera de lugar.

—Tienes unos ojos muy bonitos, Elena. No deberías esconderlos detrás de esos libros todo el tiempo —dijo Mario, mirándola fijamente.

Elena no sabía cómo responder, así que optó por una sonrisa incómoda y miró su cuaderno.

De repente, su teléfono volvió a sonar. Era Hanna. Elena dejó que el teléfono sonara mientras Mario la observaba. Sin que ella se diera cuenta, Mario se acercó y colgó la llamada.

𝖲𝖾𝖼𝗋𝖾𝗍𝗌 𝗂𝗇 𝗍𝗁𝖾 𝖥𝗈𝗋𝖾𝗌𝗍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora