Capítulo 2

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Siempre ha estado de moda entre los miembros de la alta sociedad quejarse de tedio, pero sin duda la cosecha de fiesteros de este año ha elevado el aburrimiento a una forma de arte. No se pueden dar dos pasos en una reunión social sin oír la expresión «mortalmente aburrido» o «espantosamente vulgar». En efecto, a esta cronista le han informado que Cressida Twombley comentó hace poco que perecería de aburrimiento si se veía obligada a asistir a una desentonada velada musical más.

(Esta cronista debe dar la razón a lady Twombley en ese particular; si bien la selección de jovencitas debutantes este año forman un grupo simpático, no hay una sola entre ellas que posea dotes musicales decentes.)

Si ha de haber un antídoto para la enfermedad de tedio, sin duda será la fiesta del domingo en la casa Bridgerton. Se reunirá toda la familia con unos cien de sus mejores amigos para celebrar el cumpleaños de la vizcondesa viuda.

Se considera grosería mencionar la edad de una dama, por lo tanto esta cronista no revelará qué cumpleaños celebra lady Bridgerton.

Pero no temáis, ¡esta cronista lo sabe!

Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 9 de abril de 1824


«Solterona» era una palabra que tendía a provocar o bien pánico o lástima, pero Penelope estaba llegando a comprender que había decididas ventajas en el estado célibe. 

En primer lugar, nadie esperaba que las solteronas bailaran en los bailes, lo cual significaba que ya no estaba obligada a mantenerse a la orilla de la pista de baile simulando que no deseaba bailar. Ahora podía sentarse a un lado con las demás solteronas y señoras vigilantes. Todavía deseaba bailar, por supuesto, le gustaba y era muy buena para bailar (y no que alguien lo hubiera notado alguna vez), pero le resultaba mucho más fácil fingir desinterés estando más lejos de las parejas que estaban en la pista bailando el vals.

 En segundo lugar, el número de horas pasadas en conversaciones aburridas se había reducido drásticamente. La señora Featherington había renunciado a la esperanza de que ella pudiera enganchar un marido, por lo tanto había dejado de ponerla en el camino de todos los solteros convenientes de tercera clase. A Portia jamás se le ocurrió pensar que su hija podría tener una mínima posibilidad de atraer la atención de solteros de primera o segunda clase, lo cual tal vez era cierto, pero a la mayoría de los solteros de tercera se los clasificaba en esa categoría por algún motivo, y, lamentablemente, ese motivo solía ser su personalidad o falta de personalidad. Lo cual, combinado con la timidez de ella ante desconocidos, no tendía a favorecer una conversación chispeante.

Y por último, podía volver a comer. Era enloquecedor, tomando en cuenta la cantidad de comida expuesta en las fiestas de la aristocracia, que las mujeres a la caza de marido no pudieran exhibir un apetito algo más robusto que el de un pajarillo. Eso, pensó Penelope alegremente (hincándole el diente a un delicioso y delicado pastelillo relleno con crema y chocolate importado de Francia), tenía que ser la principal ventaja de ser solterona.

—Cielo santo —gimió, pensando que si el pecado pudiera tomar forma sólida, seguro que sería un pastel, de preferencia uno con chocolate.

—Está bueno, ¿eh?

Penelope se atragantó con el pastelillo, y luego tosió, enviando una fina rociada de crema por el aire.

—¡Colin! —exclamó, rogando fervientemente que el trozo de crema más grande no le hubiera caído a él en la oreja.

—Penelope —dijo él, sonriendo cálidamente—. Cuánto me alegra verte.

—Y a mí. 

Él se balanceó sobre los talones una, dos, tres, y luego dijo: 

Seduciendo a Mrs BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora