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Kina abrió los ojos y se los frotó varias veces. Inspiró profundamente mientras estiraba la espalda con los brazos por encima de la cabeza. Se había quedado dormida como un tronco sin darse cuenta. Miró de reojo a Yoongi. Su postura era lánguida como la de un gato, con el codo apoyado en la ventanilla, la mano izquierda reposando sobre el volante y los hombros encorvados como si estuviera repantigado en el sofá de su casa. Miró afuera, advirtiendo que había oscurecido por completo. Se enderezó y se acomodó el short con disimulo.

—Tranquila, creo que ya he visto todo lo que había que ver.

—Ja, ja.

Yoongi sonrió y se pasó una mano por el pelo con gesto cansado.

—¿Qué hora es? —se interesó ella.

—Casi las once.

La sorpresa se dibujó en el rostro de Kina.

—¡¿De verdad?!

Yoongi ladeó la cabeza para mirarla.

—Llevas tres horas roncando Bella Durmiente. He estado a punto de zarandearte para asegurarme de que no te habías muerto.

—Lo siento. Estas últimas semanas han sido muy duras. Estoy más cansada de lo que creía. —Se pasó las manos por la cara y se frotó las mejillas—. Soy una compañera de viaje penosa.

Él se encogió de hombros y la observó a través de sus espesas pestañas.

—No pasa nada. Estoy acostumbrado a conducir.

—¿No has parado ni una sola vez?

—No, pero estoy bien.

—¡No puedes estar bien! Llevas cinco al volante. ¿Por qué no nos detenemos unos minutos y estiramos las piernas? —sugirió ella. Se frotó los muslos de arriba abajo varias veces—. Apenas las siento.

—Solo queda una hora de viaje. Si continuamos, estaremos en Port Pleasant a medianoche —insistió Yoongi.

En realidad estaba muy cansado. Tenía ganas de llegar a casa y sentarse en su terraza con una cerveza bien fría. El estómago de Kina sonó con fuerza en ese preciso momento. Sus cejas se unieron con un gesto divertido y sonrió al ver cómo ella se sonrojaba.

—¿Qué tienes ahí dentro, un dinosaurio? Kina gimió e hizo un puchero.

—Tengo hambre. No he comido nada decente desde ayer.

—Ya queda poco —dijo Yoongi, y aceleró—. Pronto estaremos en casa.

Empezó a sentirse mal por no querer parar, pero era como si algo dentro de él se negara a alargar aquel viaje más de lo necesario. Estaba de los nervios y tenso como la cuerda de un violín. La culpa la tenía esa idea enfermiza que se había instalado en su cabeza: quería volver a sentirla como lo había hecho aquel verano.

Breaking the Rules- Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora