En lo profundo del abismo, Astaroth observaba el talismán con una mezcla de anhelo y frustración. Aunque poseía un poder incalculable, este artefacto requería una fuente de energía vital para desatar su verdadero potencial.
No cualquier energía sería suficiente; necesitaba la esencia pura y luminosa de los ángeles o la vibrante energía vital de los humanos. Sin este sacrificio, el talismán no podría abrir los portales necesarios para la invasión del cielo.
Luzbel, aún atormentado por la traición reciente, recibió la orden de liderar una expedición a la Tierra. Junto a un grupo de demonios leales, descendió a los mundos humanos, su corazón dividido entre el deber oscuro y los recuerdos de su amor perdido.
Al pisar la Tierra, la calma de la noche fue rasgada por la aparición de sombras que se extendían como una mancha de tinta sobre un lienzo prístino.
La cacería comenzó. Las ciudades, envueltas en un sueño inocente, despertaron al caos. Los demonios sembraban el terror, susurrando pesadillas en los corazones humanos y desatando el pánico en las calles.
Las luces de las lámparas se apagaban, dejando un manto de oscuridad que cubría todo a su paso. En medio del caos, Luzbel lideraba con una mezcla de determinación y tristeza, cada acto de destrucción un eco de su dolor interno.
Los humanos corrían aterrorizados, sus gritos llenando el aire como un coro de desesperación. Los demonios cazaban sin piedad, absorbiendo la energía vital de sus víctimas, cuyos cuerpos se desplomaban, inertes, mientras sus almas eran consumidas. Las calles se convirtieron en campos de batalla, donde la esperanza luchaba por sobrevivir contra la marea de oscuridad.
Los ángeles, siempre vigilantes, no tardaron en intervenir. Bajaron del cielo como rayos de luz, sus alas brillando en la penumbra. Se enfrentaron a los demonios con una furia divina, cada golpe de sus espadas un destello de justicia y pureza.
La lucha era feroz, los choques resonaban como truenos en una tormenta eterna. Las plumas y las sombras se entrelazaban en un ballet mortal, cada movimiento una danza de vida y muerte.
En medio de la batalla, Luzbel luchaba con una intensidad sombría, sus pensamientos enredados en las decisiones que lo habían llevado a ese punto.
Cada ángel que caía bajo su mano era un recordatorio de la distancia que había puesto entre él y Gabriel, y cada demonio que combatía a su lado era una sombra de la alianza oscura que debía mantener.
De repente, un destello de luz más brillante que el sol cegó momentáneamente a todos en el campo de batalla. Un ángel de gran poder había llegado, su presencia imponiendo un silencio temporal.
Daniel, portador de la energía de Seraphiel, descendió del cielo con una majestuosidad que eclipsaba incluso la belleza de los astros. Sus alas irradiaban una luz blanca que cortaba la oscuridad como un cuchillo a través de la niebla.
Luzbel reconoció inmediatamente a Daniel y a Seraphiel dentro de él. El vínculo entre ellos era innegable, forjado en las brasas de la batalla y el amor compartido con Gabriel.
Daniel, con una determinación feroz, avanzó hacia Luzbel, sus ojos centelleando con una mezcla de ira y compasión.
- ¡Luzbel!- gritó Daniel, su voz resonando como un trueno -Esta locura debe terminar. No permitiré que continúes con este caos.
Luzbel sintió un nudo en su garganta, una mezcla de culpa y desafío.
- No tienes idea de lo que está en juego - respondió, su voz teñida de amargura - Hay cosas que tú no comprendes, sacrificios que deben hacerse.
La batalla se reanudó con una violencia renovada, pero ahora el foco estaba en el enfrentamiento entre Luzbel y Daniel.
Seraphiel, manifestándose a través de Daniel, emanaba una luz que parecía penetrar en el alma de Luzbel, recordándole lo que había perdido. Sus golpes eran precisos, llenos de una justicia implacable, mientras Luzbel luchaba con una furia nacida del dolor y la desesperación.
A medida que los combates continuaban, la ciudad se convertía en un paisaje de ruinas y fuego, un reflejo del conflicto interno de Luzbel. En ese caos, el talismán empezaba a cargarse con la energía vital recolectada, brillando con una luz oscura que prometía abrir las puertas del cielo a la oscuridad.
La luz y la oscuridad chocan con una intensidad que sacude el mismo tejido de la realidad. Luzbel, atrapado entre su amor por Gabriel y su lealtad a la oscuridad, luchaba no solo contra Daniel, sino contra el tormento de su propia alma.
En ese crisol de conflicto y emoción, el destino del cielo y la Tierra colgaba de un hilo, esperando el desenlace de la batalla entre la luz y la oscuridad, entre el amor y la traición.
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Entre El Amor Y La Traición (Libro III)
FantasíaSAGA ARCANGEL (TOMO III) En un mundo donde el cielo y la oscuridad se enfrentan en una guerra eterna, el amor prohibido entre el arcángel Gabriel y Luzbel, el ángel caído, se convierte en una chispa peligrosa que amenaza con consumirlos a ambos. Su...